La radiografía descarnada de la mente del agresor sexual
pilar martín
Y no pudo porque esta autora huyó de Aleksinac, su pequeña ciudad serbia, cuando tenía 15 años y, engañada por una conocida de su escuela, acabó en las garras de un depredador sexual del que pudo escapar a tiempo a Canadá junto a su madre huyendo de otra desgracia, el estallido en los años 90 de la guerra civil en los Balcanes. Por eso, porque allí dejó a amigas que también fueron agredidas, según alerta en una entrevista con Efe, quiere desenmascarar a esos agresores se «esconden detrás de hombres y mujeres» porque tanto dolor provoca el que ejecuta como el que le ayuda a hacerlo. «Detrás de cada Benny —como así se llama el protagonista y violador— se esconden muchos hombres y mujeres y el mundo no está preparado para comprenderlo», se lamenta Bunjevac, esta dibujante serbo-canadiense (nació en Canadá, aunque a los dos años se trasladó junto a sus padres a Yugoslavia).
En Bezimena (Reservoir Books) la autora ha conseguido que nos metamos en la historia de este violador, un niño de infancia dura que acaba convirtiendo sus paranoias en violaciones creyendo que lo que hace no tiene ninguna maldad ya que las acciones son provocadas por las mujeres a las que ataca. Y aunque en el libro Bunjevac sí que les da nombre, ella defiende que en la realidad estas víctimas vivan en el anonimato con el objetivo de «protegerlas». «Tienen derecho a su privacidad porque sus mundos han sido sacudidos hasta la médula y la sociedad aún no está preparada para escuchar lo que dicen, y eso las lastimaría mucho más. Si cada víctima de agresión sexual gritara al mismo tiempo la tierra temblaría», expresa.
Temblaría igual que se tiembla al pasar las páginas de este cómic, una obra donde su trazo —que recuerda a grandes autores del underground estadounidense como Robert Crumb— refleja con belleza la dureza de su contenido. «Algunas imágenes e historias provienen de mi imaginación, y algunas de sueños. Al principio comencé a experimentar pesadillas que al trabajarlas me llevaron a la fuente de traumas reprimidos. Entonces tanto escribir como ilustrar fueron un desafío», confiesa acerca de este proceso de producción.
Con este dolor, y con su experiencia vital como herida que no se cierra, la historietista también se lamenta al ver cómo muchos de los casos de agresión sexual no se dan a conocer por el miedo que tiene la mujer a darlo a conocer entre su familia o amigos y que éstos le juzguen. «Ellas se sienten avergonzadas, humilladas», explica al tiempo que denuncia cómo la justicia a veces «no es justa» con estos casos.
«Una amiga cercana ha sido agredida por un violador en serie en Belgrado. Este hombre ha estado en activo durante 15 años antes de ser finalmente atrapado pese a que le denunciaron docenas de víctimas. Cuando mi amiga testificó en el juicio, el juez le preguntó si, en el momento del asalto, había estado usando ropa provocativa. Esto sucedió solo un hace pocos años», cuenta.
Después de esta dura declaración, Bunjevac concluye que curar a estas personas no es un problema con una «solución fácil de encontrar» ya que considera que es la sociedad la que necesita una cura de «ética y decencia humana básica». «Creo que debe abordarse como un problema existencial. Para comprender un tema debemos observar el entorno que lo ha producido y luego examinar a la sociedad que ha producido este ambiente. Estas personas no son islas aisladas, están entretejidas en el tejido de nuestras sociedades. Podrían ser los miembros de nuestra familia, nuestros vecinos, amigos, compañeros de trabajo», dice. Por suerte, ella pudo sobrevivir a su agresor gracias a la educación de su abuela: «ella me contó historias horribles de mujeres jóvenes que fueron agredidas en la oscuridad y lugares remotos».
Así que reclama que hay que educar a los niños desde pequeños y hablarles «abierta y honestamente» sobre la sexualidad, sobre la existencia del mal, y enseñarles a protegerse, a crear amistades «confiables» para que puedan vivir con «independencia, sabiduría y honestidad.