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Publicado por
León

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josé enrique martínez

Se preguntaba en su día Ítalo Calvino por qué leer los clásicos. A las muchas razones que ofrecía podemos añadir una más: el placer intelectual que procura la elevadísima poesía de la que fue llamada Décima Musa, Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695). Hija de miliar español y madre criolla, resultó niña precoz, lectora impenitente, autodidacta, docta y erudita. Con vocación de estudio y retiro, fue monja jerónima en su México natal. Ejemplo avant la lettre de un avanzado feminismo, Sor Juana es uno de los más altos exponentes barrocos de la poesía hispana. Fue en España donde se publicaron año tras año las diferentes ediciones de sus poesías, desde la primera, Inundación castálida, en 1689, sin que cesaran en el neoclasicismo: tal era el entusiasmo que provocaban sus escritos. Pero los años transcurridos, las muchas y variadas interpretaciones justifican «la necesidad de volver, otra vez, al punto de partida y hacer una lectura cuidadosa y desapasionada de su obra en crecimiento» y, en este caso, de la más trascendente de Sor Juana y la que motiva esta reseña: El sueño. Las palabras entrecomilladas son de Emil Volek, profesor de literatura hispanoamericana en Arizona, el cual nos ofrece una soberbia edición de la obra magna de la monja jerónima, repasando primeramente cada una de las ediciones modernas y los comentarios que ha suscitado.

«El sueño, complejo poema filosófico, ocupa un lugar único en la literatura de su época», escribe Volek, el cual añade que no es un sueño tradicional ni místico del alma, ni un tratado astronómico: «el universo está ahí para estimular y cuestionar el planteamiento de muchas preguntas grandes y pequeñas, agónicas, con que lidia el ser humano en su viaje diario por este mundo». El sueño es, según la propia Sor Juana, el único texto que escribió por gusto y no por encargo. Volek quiere establecer un texto fidedigno, eliminar erratas, corrupciones y enmiendas de los editores: restaurar el texto, en suma. Ocurre además que el texto poético-filosófico es complejo y presenta dificultades de comprensión; Volek facilita la lectura con numerosas notas a pie de página y, tras el poema, con un comentario por secciones, resumiendo el sentido de cada una y aclarando aspectos que ayudan al cabal entendimiento del poema. Son 975 versos, una silva barroca y culterana que pide demorarse en cada verso, avanzando pausadamente y releyendo cuando sea preciso.