Veo la sombra que me lleva
josé enrique martínez
En 2006 y 2008 se publicaron en sendos volúmenes las Obras completas de uno de los poetas más relevantes del pasado siglo, José Ángel Valente, fallecido en Ginebra en el año 2000. Algunos de sus títulos son paradigmas de alta poesía, trátese de La memoria y los signos (1966) o de Al dios del lugar (1989). Tras su muerte apareció el poemario que ahora reseño, Fragmentos de un libro futuro. Entre nosotros, merece la pena citar la amplia Antología poética (2014) elaborada por Tomás Sánchez Santiago, con un prólogo en el que traza las líneas disidentes del poeta y los ejes de su camino lírico: la itinerancia, el lenguaje inquisitivo, la búsqueda del extrañamiento... Por más que el título hable de fragmentos, no ha de entenderse que no esté completo; ya en 1972 había titulado Valente uno de sus poemarios Treinta y siete fragmentos; todo poema se concibe como fragmento de un texto infinito; pero la palabra cobra también sentidos existenciales: «De ti no quedan más / que estos fragmentos rotos». La idea de fragmento parece conducir al poeta hacia la brevedad, a la que se añade su tendencia hacia lo conceptual y en muchos casos lo sentencioso. Las palabras nos llegan cargadas de significado y son como golpes en la conciencia: «Nadie. No estoy. No estás. ¿Volver? No vine nunca» Despojamiento expresivo y densidad conceptual puede ser el resumen.
Fragmentos de un libro futuro aporta una tonalidad sombría, acentuada en poemas como el que dice: «Se llena a veces el mundo de tristeza. / Los armarios de luna con la imagen de un niño / navegan en la noche». La tristeza es, efecto, una de los signos de esta poesía orientada hacia la sombra, hacia la muerte, hacia la nada: «El frío arrasa la memoria y ya empezamos a no ser». La muerte hace que por el poemario circule un aire elegíaco que se concentra en algunos poemas ciertamente impresionantes: «Me cruzas, muerte, con tu enorme manto / enredaderas amarillas... / Si esta fuese la hora / dame la mano, muerte, para entrar contigo / en el dorado reino de las sombras». Otros núcleos temáticos significativos son la soledad, la memoria, el tiempo... Deseo destacar, asimismo, dos poemas que no dejan de pertenecer a la muerte, sea de García Lorca en una visita a Víznar, sea del poeta español que Valente más amó, Luis Cernuda, en cuya tumba depositó unas simbólicas siemprevivas: «Tu luz escueta permanece, / lo mismo que estas flores, para siempre».