Invetsigación
El sexo sí cuenta en ciencia
Distintas investigaciones demuestran que tener en cuenta el factor de género mejora los resultados y salva vidas
Hace una década, los ingenieros estadounidenses se preguntaron por qué las mujeres sufrían lesiones más graves que los hombres en accidentes de tráfico. Un estudio realizado por un grupo de científicos dio la clave: los maniquíes con los que se hacían las pruebas de colisión se basaban en un físico masculino; los ingenieros no tenían en cuenta las singularidades del cuerpo de la mujer. Este descubrimiento sirvió para desarrollan nuevas plataformas de prueba. Tener en cuenta este factor de género, ha salvado muchas vidas desde entonces. Este caso es uno de los muchos citados en un extenso artículo de la revista Nature en el especial publicado este mes con motivo de su 150 aniversario.
En él, cinco científicos hacen un llamamiento a los investigadores, agencias de financiación, revistas y universidades para que implementen métodos sólidos de análisis de sexo y género en la investigación. Y basan su clamor en una valiosa recopilación de ejemplos en los que el factor de género fue determinante para el resultados. Tanto que el no haberlo tenido en cuenta dio lugar a errores.
El documento trata cuatro áreas clave: ciencias marinas, biomedicina, robótica e inteligencia artificial, pero los autores dicen que la lección vale para todas las disciplinas. Y advierten de que no se trata tanto de denunciar la discriminación en ciencia, sino pedir que los informes detallen de qué sexo era lo estudiado y cuál era el del investigador porque, sencillamente, influye en los resultados.
Esto último puede resultar sorprende. ¿Qué más da si el investigador es hombre o mujer? Puede contrariar, pero en ciencia sí importa. Londa Shiebinger, historiadora de la Universidad de Stanford y referente mundial en el estudio del género en ciencia, es tajante al contestar la pregunta: «Sí importa y decididamente cambia el resultado». Shiebinger pasó esta semana por el CSIC a dar una conferencia con motivo de los actos por el 80 aniversario de la institución, y puso un ejemplo sorprendente que apoya su discurso.
Hormonas y dolor
Un grupo de científicos estudiaba el dolor en ratones. El dolor, en medicina, es uno de los grandes campos de experimentación para dar con los mecanismos que lo desencadenan. Pues bien, los ratones bloquean su respuesta al dolor si ‘huelen’ la presencia de un macho. En aquel caso, los investigadores eran hombres y los animales percibían sus ‘hormonas’. Los resultados estaban viciados. A partir de este descubrimiento se puede decir que «no controlar el sexo del experimentador pone en tela de juicio muchos de los estudios publicados sobre la investigación del dolor», recoge el citado artículo.
En la investigación del cáncer, a nivel de respuesta celular, también el sexo, en este caso de las células, cuenta. «Ahora sabemos que las células inmunes funcionan de manera diferente dependiendo de si tienen un complemento cromosómico XX o XY (...). Hay implicaciones emocionantes para los tratamientos con anticuerpos y las nuevas inmunoterapias contra el cáncer. ¿Quién sabe? Las mujeres podrían ser tratadas de manera completamente diferente por la misma dolencia», apunta el doctor Tannenbaum, de los Institutos Canadienses de Investigación en Salud, experto en la investigación de la inmunoterapia.
También se sabe ahora que los pacientes con melanoma o cáncer de pulmón que son tratados con inhibidores responden de manera diferente según su sexo, con una mayor proporción de pacientes masculinos que femeninos que logran una remisión exitosa del cáncer. ¿Por qué? «Diseñados para burlar las tácticas de defensa de las células cancerosas, los inhibidores estimulan las células asesinas naturales para que ataquen a las tumorales, pero son sensibles al estrógeno y la testosterona, lo que puede explicar la diferencia».
«Es sorprendente hasta qué punto el sexo y el género se pasan por alto en la ciencia», destaca el coautor doctor Robert Ellis, biólogo marino de la Universidad de Exeter (Reino Unido). Él se centra en las lecciones obtenidas de los océanos. En el caso de las tortugas marinas, por ejemplo, la temperatura a la que se haga la incubación de los huevos determina el sexo de las crías. «El cambio climático podría representar la feminización total de algunas poblaciones de tortugas». Este artículo, más allá de la publicación puntual, es el reflejo de un debate al que se ha abierto la comunidad científica.
Pilar López Sancho, presidenta de la comisión Mujeres y Ciencia del CSIC, destaca el valor del artículo por la cantidad de ejemplos que demuestran el sesgo de género y, al tiempo, recuerda que el reto del cambio en este sentido es real. La inclusión de la dimensión de sexo/genero en la investigación es la cuarta de las seis prioridades del Espacio Europeo de Investigación