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Medio Ambiente

El CO2 pulveriza récords

La Organización Meteorológica Mundial alerta de que la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera, salvo recortes drásticos de emisiones, seguirá en ascenso hasta el año 2030

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Alfonso Torices | Madrid
León

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Cuando solo falta una semana para que el mundo se examine en la Cumbre del Clima de Madrid sobre su grado de compromiso en la lucha por frenar el cambio climático, los datos objetivos apuntan a que, a día de hoy, los incumplimientos en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero son generalizados y que el calentamiento global sigue con su avance acelerado.  

La concentración media mundial de dióxido de carbono (CO2), el principal gas causante del efecto invernadero, no solo no se redujo en 2018 sino que, con 407,8 partes por millón, pulverizó todos los récord históricos existentes, según el informe anual emitido por la Organización Meteorológica Mundial (OMM). El incremento anual de la concentración de CO2 en la atmósfera fue de un 0,56%, lo que significa que la presencia de este gas no solo mantiene su crecimiento sino que acelera el ritmo, ya que se trata de una subida superior a la media de la última década. La concentración actual de dióxido de carbono, generada fundamentalmente por la quema de combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas-, es una vez y media superior a la que había a mediados del siglo XVIII, en la época preindustrial. Lo peor, pese a todo, no son las actuales y altísimas concentraciones sino que el informe de la OMM advierte que, salvo que se produzca un recorte urgente y drástico de las emisiones, la presencia de CO2 en la atmósfera no dejará de crecer a lo largo de la próxima década, sin que nada indique cuándo podría alcanzar su techo, lo que tiraría por tierra todos los compromisos de reducción para 2030 alcanzados en el Acuerdo del París de 2015 y la posibilidad de frenar los efectos más desastrosos del cambio climático.  

El acuerdo firmado por 195 países se compromete a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero para lograr frenar el calentamiento global y que las temperaturas en el siglo XXI se eleven un máximo de dos grados centígrados sobre la época preindustrial, pero con el objetivo de intentar que ni siquiera superen el uno y medio a final de siglo. El panel de científicos de la ONU dejó claro que, si se quiere evitar un desastre climático, la temperatura no puede subir más de 1,5 grados y que para conseguirlo es imprescindible que ya en 2030 el recorte de emisiones de CO2 sea al menos del 50% sobre las de 1990, para que en 2050 se puedan alcanzar las cero emisiones.  

El camino que recorre la Tierra parece justo el contrario. El secretario general de la OMM, Petteri Taalas, lo dejó claro: «No hay indicios de que se vaya a producir una desaceleración, y mucho menos una disminución, de la concentración de los gases de efecto invernadero en la atmósfera a pesar de todos los compromisos asumidos en virtud del Acuerdo de París sobre el cambio climático». O los países firmantes pasan a la «acción» y aumentan de forma considerable «el nivel de ambición» de su calendario de recorte de emisiones, avisó Taalas, o «las generaciones futuras tendrán que hacer frente a unas consecuencias cada vez más graves del cambio climático», con efectos como «el aumento de las temperaturas, unos fenómenos meteorológicos más extremos, un mayor estrés hídrico, la subida del nivel del mar, y la alteración de los ecosistemas marinos y terrestres». De hecho, la OMM recordó que la actual concentración récord de CO2 solo se superó en el planeta hace entre tres y cinco millones de años, un tiempo previo a la humanidad en el que la temperatura media era dos o tres grados centígrados más alta y el nivel del mar superaba entre 10 y 20 metros el actual.