RELIGIÓN | Aceite para las lámparas
CADA DÍA SU AFÁN | Hoy, nos encontramos con mil problemas y obstáculos, el sufrimiento de personas queridas, la impotencia ante situaciones difíciles, la incredulidad y la amargura
¡Salgamos al encuentro de Cristo el Señor que viene!» Con esas palabras se dirigía el papa Francisco a los jóvenes tailandeses el día 22 de noviembre de este año 2019.
En la belleza de la catedral neo-románica de la Asunción, en Bangkok, veía él la fe de los católicos del pasado, que dejaron ese testimonio en medio de un pueblo mayoritariamente budista.
Sin embargo, Francisco no miraba solo al pasado. Partiendo de la parábola de las jóvenes invitadas a iluminar una boda con sus lámparas, invitaba a los jóvenes a salir al encuentro de Cristo, a darle la bienvenida con alegría y amor.
«Antes que nosotros salgamos a buscarlo, sabemos que el Señor nos busca, viene a nuestro encuentro y nos llama desde la necesidad de una historia por hacer, por crear e inventar. Vamos hacia adelante con alegría porque sabemos que allí nos esperará.
También para nuestro tiempo guarda una lección la parábola de las jóvenes. Algunas de ellas no estaban preparadas para recibir al esposo y llegaron tarde al banquete. No porque se quedaran dormidas sino porque no se habían provisto del aceite necesario para sus lámparas.
Hoy, nos encontramos con mil problemas y obstáculos, el sufrimiento de personas queridas, la impotencia ante situaciones difíciles, la incredulidad y la amargura. Todo ello puede «infiltrarse silenciosamente en nuestros sueños, haciendo que se enfríe nuestro corazón, se pierda la alegría y que lleguemos tarde».
Como suele hacer el papa Francisco, preguntó a los jóvenes: «¿Quieren mantener vivo el fuego capaz de iluminarlos en medio de la noche y en medio de las dificultades? ¿Cómo procurarse el aceite que los va a mantener en movimiento y los impulsa a buscar al Señor en cada situación?».
El mismo Papa dio la respuesta. Para que el fuego del Espíritu Santo no se apague, hay que estar arraigados en la fe de nuestros mayores. No para quedar presos del pasado, sino para responder con coraje a los nuevos desafíos.
Es verdad que algunos proponen a los jóvenes construir un futuro sin raíces. Pero, si se reniega de las raíces, es fácil dejarse engañar por las voces de este mundo que intentan seducirnos.
«Muchas de estas voces son atractivas, propuestas bien maquilladas que al inicio parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente terminan dejando el vacío, el cansancio, la soledad y la desgana, y van apagando esa chispa de vida que el Señor encendió un día en cada uno».
Así pues, es preciso vivir arraigados en Cristo, mantener viva la alegría y mirar el futuro con confianza. «La amistad cultivada con Jesucristo es el aceite necesario para iluminar el camino». Con esa luz es posible salir al encuentro de Cristo que nos está esperando para preparar y celebrar la fiesta de su Reino.