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León

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Patricia Martínez | nairobi

Stanley Ngara, aferrado a sus cajas de condones, recorre las embarradas callejuelas del suburbio keniano de Kibera. El autoproclamado «rey de los condones de África» evoca el drama de 15 millones de muertos: el número de fallecidos por enfermedades relacionadas con el sida en todo el continente.

«Kenia estaba mal, el estigma era algo real. Enterrábamos ataúdes en papel de nailon y ya sabes que en la cultura africana debes ver el cuerpo, debes pasar una noche con el cuerpo...Pero el estigma era muy fuerte», recuerda sobre los temibles años 80 este incansable predicador de un único mensaje: la necesidad de protegerse contra el VIH y el sida.

«Muchas personas se suicidaron. Muchas infectaron a otras bajo el lema ‘no voy a morir solo’. Hubo mucha venganza. Los antirretrovirales costaban unos 6.000 chelines (unos 53 euros actuales) y pocos podían pagarlos. Fue algo terrible y doloroso», regurgita Ngara, quien contra todo pronóstico -y de la mano de la oenegé LVCT Health- logró convertir ese dolor en su objeto de lucha.

Desde hace veinte años —siete de ellos bajo una especie de uniforme de gala militar rojo y negro cuyas letras doradas en el pecho lo identifican como el «rey de los condones de África»—, recorre los barrios más empobrecidos de Nairobi, sus universidades, bares y calles de prostitutas regalando a todo el que se cruza condones y consejos sobre salud sexual.