Una novela amerindia
nicolás miñambres
Son varias las novelas de Luis García Jambrina en las que juega con la historia y el trasfondo policiaco. Este es el planteamiento argumental de El manuscrito de aire, novela en la que se reflejan la personalidad, la vida diaria y la experiencia histórica de los conquistadores españoles y los dominicos en la España imperial de Fernando el Católico, en América. Fernando de Rojas, autor de La Celestina, es enviado por el Rey, de forma un poco injustificada, al Nuevo Continente para solucionar un problema de los indios taínos. Allí coincidirá con la Orden de los Dominicos. La experiencia es el argumento de la obra, pero Higuemota, un personaje femenino amerindio, alcanza importancia especial: condiciona la actitud del protagonista, que siente un apasionado atractivo amoroso por ella. Pero surgen otros acontecimientos importantes, como es el incendio de la aldea de los indios taínos, objetivo de Fernando de Rojas, donde tiene que viajar y donde conocerá el problema por el que ha venido, descubriendo la personalidad de un turbio personaje Lope de la Cruz, “individuo muy peligroso”. A él es a quien va a visitar el español, después de un terrible recorrido por el río Ozama. A pesar de la convivencia con los dominicos, muy influyentes en algún caso, quedan un poco distantes, mientras alcanza importancia decisiva Enriquillo.
Como es de esperar, la obra termina con la vuelta a España de Fernando de Rojas, dejando a Higuemota sumida en una profunda tristeza: «La princesa taína expiró recordando a Rojas, con un ejemplar de la Tragicomedia de Calisto y Melibea entre las manos, pues aparte de su hijo, era lo único que de él quedaba». Un largo Epílogo informa de un suceso íntimo de Higuemota: «Lo que nadie sabía era que estaba encinta y tenía que prepararse para dar a luz...». Y aún queda algo para Enriquillo, tan importante en la obra: «Semanas después, convocó a Enriquillo y a los demás caciques, incluso a aquellos que se habían refugiado en las montañas, y los reunió en sus casa para presentarles a su hijo». Un bello gesto, final y filial.