La COP 25 espera a 25.000 personas de casi 200 países
■ La cumbre del clima arranca hoy en Madrid con una amplia agenda hasta el 13 de diciembre ■ La ministra de Medio Ambiente de Chile preside las reuniones en suelo español
La vigésima quinta cumbre del clima (COP25) arranca hoy en Madrid a las 10:30h con la ceremonia de apertura, un acto en el que está previsto la asistencia de 51 autoridades internacionales.
La COP25 ocupa siete pabellones del recinto ferial de IFEMA, más el Centro de Convenciones y salas de reuniones, unos 113.000 metros cuadrados. Entre mañana 2 de diciembre y próximo viernes 13, se espera a cerca de 25.000 personas de casi 200 países.
Todo ha sido montado en tiempo récord, dos semanas, y aunque la misión de Madrid consiste sólo en ser sede de la cumbre, la organización, el liderazgo de las negociaciones y la presidencia sigue estando a cargo de Chile, especialmente de la presidenta de esta COP25, su ministra de Medio Ambiente, Carolina Schmidt.
Lo habitual en las cumbres del clima es oír a todo el mundo hablar de la zona azul y la verde. La primera es donde se celebrarán los eventos, reuniones y sesiones de negociaciones formales previstos en esos días en la agenda de las de Naciones Unidas.
ZONA AZUL
La zona Azul es el espacio de debate y negociación por parte de jefes de estado, ministros y técnicos, a puerta cerrada, sobre mitigación, adaptación, financiación o ambición climática. La primera semana tiene carácter técnico y la segunda es la conocida como tramo ministerial, y en ella participan y se dan cita jefes de Estado y ministros responsables de cambio climático de decenas de países.
En ese área estarán los dos plenarios y los pabellones de las delegaciones; y será donde, tanto los países como los observadores autorizados, —ONGs, empresas, instituciones científicas, sindicatos, gobiernos locales, etc.— celebrarán eventos adicionales y donde España contará con una sala de delegación.
ZONA VERDE
La segunda zona, la verde, es el espacio dedicado a la sociedad civil, en la que entidades de diversos tipos, como patrocinadores, instituciones científicas, empresas, ONGs, jóvenes, podrán participar de manera directa en la COP. Esta zona es de libre acceso para el público, mientras que la zona Azul el acceso es exclusivamente mediante la acreditación oficial de las Naciones Unidas.
Como novedad en una COP, se quiere crear una nueva zona, turquesa, desde la que se transmitirán los acontecimientos más relevantes del área Azul, de manera que sirva de enlace entre el área oficial y la social.
Como complemento a esta zona verde, está previsto que la COP 25 salga fuera del recinto de Ifema y se “vea” en Madrid, para lo que se ha diseñado la zona “Castellana Verde”, en la que, desde Atocha hasta Plaza de Castilla, los ministerios, museos, el Jardín Botánico, el Ayuntamiento de Madrid, entidades públicas y privadas que tienen su sede a lo largo de esta arteria urbana, celebren diferentes actividades relacionadas con su acción climática.
En los side event la sede de Endesa en Ribera del Loira, 60 será un centro de reunión de una docena de encuentros.
OPINIÓN | Juan Carlos Viloria
El sushi y el clima
Coincidiendo con el arranque de la XXV Cumbre Anual del Clima de Naciones Unidas (COP 25), hoy en Madrid, hemos conocido dos noticias relacionadas con el tema pero de diferente calado. La espeluznante y la frívola. La primera advierte que la concentración media de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera alcanza un récord de 415 ppm por primera vez desde hace tres millones de años, antes de que el hombre habitara la Tierra. La segunda pronostica que el sushi puede desaparecer de los restaurantes porque el calentamiento global hace cada vez más difícil el cultivo del alga nori, ingrediente esencial del condumio japonés. El resultado es que el objetivo central de esta COP25 —«reforzar la conciencia pública de los problemas relacionados con el cambio climático»— se cumple a la perfección. Casi no sería necesario ni celebrar la cumbre. Es un decir. Porque sólo con el titular de la primera noticia sobre la concentración de dióxido de carbono se le ponen los pelos de punta a la mitad del globo. Y, la segunda, preocupará seriamente a los ‘yuppies’ de la Quinta Avenida de Nueva York, a los pijos de Serrano y a los gourmets del mundo. Ahora bien. Desde que en los años setenta saltara la alarma anunciando ¡el enfriamiento del planeta!, las informaciones sobre el climas, sus consecuencias, sus efectos negativos (y positivos) están bajo sospecha. La letanía medioambiental que repiten algunas organizaciones del ecologismo militante es estremecedora. El aire y el agua cada vez están más contaminados, exterminamos más de cuarenta mil especies cada año; los bosques desaparecen, las reservas de peces se agotan, los arrecifes de coral perecen, el ecosistema mundial se hunde, la combustión de energías fósiles pone en peligro millones de vidas. Hace ya 20 años el Global Environement Supplement de New Scientist , predecía: «Corremos al cataclismo». El calentamiento climático es bien cierto, pero también hay mucha exageración y mucha seudociencia manejando los datos a su antojo. Como se pregunta Lomborg, autor de El ecologista escéptico : ¿cuál es el estado real del planeta? Es importante —dice— establecer la verdad para definir los problemas de la humanidad y deducir las acciones y las prioridades. De hecho, no es cierto que vaya a desaparecer el 20 o 30% de las especies, como anuncian algunos, de hecho la cifra está más cerca al 0,7%. Está demostrado que las lluvias ácidas no exterminan los bosques y el aire está cada vez menos polucionado. Hay muchos parámetros ambientales que mejorar, pero el pesimismo sistemático sobre la situación y la biodiversidad debilita la credibilidad de los medios ambientalistas. Aunque para organizaciones como Greenpeace la estrategia consiste en afirmar que «todo va de mal en peor». Su director, Kalle Hestvedt, decía: «Cuando la gente no tiene la impresión de que el planeta está a punto de desintegrarse no toman en serio a las organizaciones ecologistas». Eso explica algunas cosas.