Diario de León

El abrazo peregrino

Manuel Sánchez Torán, enfermo de párkinson, logra su reto de llegar a Santiago

Manuel Sánchez Torán con Tomás, el hospitalero de Foncebadón: «Me dijo que tenía una salud de roble».

Manuel Sánchez Torán con Tomás, el hospitalero de Foncebadón: «Me dijo que tenía una salud de roble».

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ana gaitero

LEÓN

Hacer el Camino de Santiago es un reto físico y espiritual para todo el mundo, pero cuando falta el equilibro, el andar se convierte en una carrera y la movilidad supone un esfuerzo añadido el desafío es aún mayor. Manuel Sánchez Torán tiene párkinson desde hace una década y tenía el sueño de llegar a Santiago.

Lo consiguió. Y comprobó que, como casi todo en la vida, lo importante es el camino. Primero pensaba ir solo. Pero un entrañable amigo Carlos, «el poeta artesano», de Laciana. Pronto empezó a vivir las aventuras del Camino y a encontrarse con personas que le ayudaban y a otras a las que él echaba una mano sin darse cuenta.

Un peregrino mexicano que conoció a los pocos kilómetros de salir de Astorga le sorprendió apartando las piedras del Camino a la altura de Foncebadón. Se dio cuenta de que tropezaba y para que no me cayera con su bastón iba ‘barriendo’ las piedras.

Una mujer argentina que estaba a punto de tirar la toalla se recompuso con su ejemplo. «Me abrazó llorando y me dijo: ¡Lo que me has ayudado!» y siguió el Camino. La escena se repitió: «Una china de Pekín, me mira a las piernas, se echa a llorar y me abraza».

«Lo único que doy es lo que me sobra», le respondió el fisio que le cuidó en el albergue de Ponferrada. Un hombre de 75 años que había dedicado su vida a la salud de los mineros y ahora está de voluntario en el Camino de Santiago.

La emoción por la generosidad y los encuentros casi mágicos impulsaba cada paso de Manuel Sánchez Torán y su amigo Carlos por el Camino. Una de las cosas que más le sorprendió en este periplo fue la cantidad de mujeres que hacen solas el Camino de Santiago. «Son muy valientes», recalca.

Otra de las cosas que le dio fuerza para superar la dura prueba fue dedicar cada jornada a una persona querida o a una causa. Sus amigos Óscar Brandido,un joven con discapacidad que vive en Caboalles de Abajo, y Luis Mejías, que sufre las secuelas de un ictus; su amigo Vizcaino de Villaseca... fueron otro aliciente.

Una de las jornadas la dedicó a las mujeres víctimas de violencia de género con el deseo de que tengan coraje para salir de esa situación y encuentren la ayuda que necesitan. Y la última etapa a su familia, a Margot y a sus tres hijas. Ellas saben.

Después de esta experiencia, que quiere repetir desde Roncesvalles, Manuel asegura que «la mayor fiesta que hay en León es el Camino de Santiago y lo tenemos a la puerta». Los días a pie, con sus dificultades, «me han hecho hasta un poco más cristiano», añade.

Se encontró con un israelita que le confesó su admiración. «Su padre había tenido párkinson y le recordé a él», explica. Una mujer italiana, «con unos ojos verdes preciosos, pero que traslucían una tristeza inmensa —y así se lo dijo— le desveló el motivo: Su padre tiene párkinson y alzhéimer y ya no la conoce»,

Manuel contó con el apoyo añadido de otros dos amigos de Babia, Bernardo y Henar que se «gastaron sus días moscosos para acompañarme» en las etapas finales. Con una guitarra al hombre, Bernardo añadió música a la música del Camino. «Con el 2 o 3% del cariño que he recibido creo que media España se curaría de depresión. Eso me daba más fuerzas para el día siguiente», comenta. En cierto modo, el Camino le pareció como la Navidad: «Hasta el 6 de enero todo el mundo parece bueno».

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