UN AÑO DE LOCOS EN ESTADOS UNIDOS
El cambio en la presidencia del país ha llevado a una extrema polarización y ha sumergido a EE UU en la crisis existencial más profunda de su historia reciente. Un año que termina con el ‘impeachment’ al presidente republicano
En apenas dos semanas, con el fin de año, se cerrará una década en la que América, como les gusta denominarse a los estadounidenses, ha sido testigo del traspaso de Barack Obama a Donald Trump sin que nadie pueda entenderlo del todo a pesar de la avalancha de análisis que sigue produciendo. Un cambio en la presidencia del país que ha llevado a una extrema polarización y ha sumergido a EE UU en la crisis existencial más profunda de su historia reciente.
Un año que termina con el ‘impeachment’ al presidente republicano e inaugura un nuevo capítulo de incertidumbre. En 2020 los norteamericanos se enfrentan a un proceso electoral crucial que definirá si es posible una vuelta de timón drástica o se hace inevitable la concentración de poder. Las presidenciales del próximo mes de noviembre no sólo definirán el rumbo político nacional, sino que se solventarán también en el nuevo orden global surgido del ‘trumpismo’ en el que los nuevos poderes internacionales tienen parte en la mesa de juego: la guerra comercial de tarifas, las sanciones económicas, el muro fronterizo, la sostenibilidad económica, la seguridad regional, la proliferación nuclear o los tratados comerciales.
Una tendencia general muestra que el segmento electoral demócrata sigue creciendo mientras que el republicano decrece, aunque muchos otros factores en juego podrían decidir la inclinación de la balanza. El ‘impeachment’, aunque técnicamente suponga una victoria para la oposición, de facto no ha variado un ápice las posiciones del público: poco más de la mitad está a favor de la destitución del mandatario y el resto se aferra sólidamente a él.
Los cuatro candidatos que lideran el ticket demócrata superan en este momento a Trump en las encuestas electorales, pero sólo por un margen escaso. Varios Estados de tendencia republicana que han cambiado el signo en sus gobernaciones se convierten en bisagra en 2020, y aunque podrían inclinarse a cualquier lado, el peso de la gravedad sería conservador.
En un escenario plausible Trump podría perder hasta 36 colegios electorales y todavía ganar la presidencia. El bajo nivel de aprobación del presidente y su imprevisibilidad suman incertidumbre a unas elecciones que podrían perfectamente terminar en un empate virtual. En otro escenario más serpentino, Trump pierde y no acepta el resultado. Crisis constitucional sin precedentes.
La independencia judicial
En cualquier caso, los problemas legales del presidente pondrán a prueba el próximo año el balance de poderes, en especial, la fortaleza de la independencia judicial. En 2020 las órbitas de Trump y del jefe del Supremo, John Roberts, están abocadas a una colisión con dos casos cruciales que conciernen al poder del mandatario y que se fallarán en medio de la campaña electoral.
Roberts, un conservador institucionalista, adoctrinado en la credibilidad del Supremo como pilar del juego democrático, tendrá que arbitrar sobre el alcance y los límites del poder presidencial, en un pulso por mantener al alto tribunal fuera de la marea política y de Trump. El Supremo deberá decidir por un lado si el presidente está obligado a responder a las citaciones del Congreso y entregar sus registros financieros. Y en un caso separado, si es inmune a las investigaciones locales y estatales que le acechan.
Del mismo modo que Trump se verá beneficiado por la mayoría republicana en el Senado para salir airoso del juicio político al que se someterá en esa Cámara para responder por los cargos de obstrucción al Congreso y abuso de poder, la expectativa es que el Supremo sucumba a la presión y respalde la inmunidad total del presidente en los dos casos que pondrán a prueba a los magistrados el próximo año.
La prueba de fuego para Roberts comienza en algún momento de enero cuando el ‘impeachment’ llegue al Senado y tenga que presidir el juicio. Aunque la Constitución no define claramente el papel del presidente del Supremo en ‘presidir sobre el proceso del impeachment’, se espera que Roberts se atenga a una estricta neutralidad que asegure una mínima civilidad.
Un panorama político en el que las mujeres podrían tener la última palabra a pesar de la alta improbabilidad de que una mujer sea elegida presidenta en un país aún muy subsidiario del patrón patriarcal.
El frente femenino de los demócratas bien poblado por las candidatas Amy Klobuchar, Kamala Harris, Elizabeth Warren, Kirsten Gillibrand, Marianne Williamson y Tulsi Gabbard, ha liderado el debate presidencial normalizando conversaciones difíciles y programas progresistas.
Las mujeres representan un importante bloque electoral del cual un 60% no votará por Trump en 2020. Quien sabe, quizá el año en que se cumple el centenario del sufragio femenino, sean las mujeres las que inclinen la balanza.
Aunque el ‘impeachment’ esté abocado a morir en el Senado, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, «tiene la marca de su destitución para siempre», señaló hace unos días Nancy Pelosi, líder de la Cámara de Representantes tras el voto histórico. En una entrevista indicó haberle mostrado a Trump el «poder del mazo» —refiriéndose al poder del Congreso— por violar la Constitución y que, con independencia de lo que haga el Senado, la historia recogerá ya esa mancha del mandatario.
Pelosi retiene este momento los artículos del ‘impeachment’ —deben ser entregados al Senado para que se inicie el juicio político— hasta que Mitch McConnell, líder de la Cámara Alta, acuerde unos mínimos para garantizar un proceso imparcial en este foro. Pero la presión que ejerce la veterana demócrata no parece ser la más severa que pueda recibir el inquilino de la Casa Blanca, quien ha acusado un inesperado golpe procedente de una parte muy importante de su electorado: el sector evangélico.
Un editorial de la influyente revista evangélica Christianity Today pidió la destitución de Donald Trump, al que describe como «ejemplo de un ser humano moralmente perdido y confundido». Extorsionar a un líder extranjero, señala el editorial, para desacreditar a un rival político «no sólo viola la Constitución, sino que es profundamente inmoral». El texto considera que «el hecho de que a nadie le choque, se debe a que el presidente ha devaluado la idea de moralidad en su administración».
La revista fundada por el famoso predicador Billy Graham, fallecido el pasado año, publicó el artículo el día del voto del ‘impeachment’, el pasado miércoles. En él alude a los muchos miembros de la Administración convertidos ahora «en delincuentes imputados en prisión»; a sus «tratos inmorales» en negocios y con las mujeres, «de lo cual alardea, y de su cuenta de Twitter «llena de mentiras e insultos».
El bloque evangélico, que en 2016 votó por Trump en más de un 80%, continúa siendo la base fundamental de su electorado con un robusto apoyo de un 79% como revelaba una última encuesta de CBS sobre la intención de voto para las presidenciales de 2020. Este voto podría estar en peligro, según se desprende de la posición tomada por la revista.
Claramente irritado por el editorial, Trump criticó a la revista en un tuit calificándola de «ultra izquierdista» y la acusó de tener problemas económicos, lo que desmintió la publicación. Además, el mandatario se arrogó el mérito de haber hecho más por la comunidad evangélica que ningún presidente en la historia. Un mérito que en tuits posteriores extendió a su trabajo en favor de «toda la religión».