Diario de León

La batalla por mejorar las plantas

EN ENERO SE HIELAN EL AGUA Y LAS BERZAS

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Las técnicas de mejora genética para producir tomates más sabrosos o plantas resistentes a las plagas necesitan una regulación específica y no la de los transgénicos, argumentan los productores europeos, que alertan de que la Unión Europea se quedará atrás si no hay cambios en la normativa. Los expertos coinciden en el enorme potencial que ofrecen estas técnicas para responder a retos como el cambio climático o la necesidad de producir más alimentos.

Esta problemática se debatió en una reciente conferencia celebrada en Bruselas, donde representantes de los agricultores abordaron las oportunidades que ofrecen estas técnicas, que han abierto un debate entre los partidarios de que se regulen como los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), y quienes piden una legislación más adecuada. El pasado año, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea concluyó que las variedades obtenidas a través del mejoramiento fitosanitario deberían en principio quedar sujetas a los estrictos requisitos y las obligaciones de comercialización que se impone a los transgénicos.

Según los productores, hacerlo de esa manera implicará largos y costosos procedimientos, ya que los transgénicos pasan numerosos controles de seguridad, lo que limitará además su uso a las multinacionales, frente a las pymes.

«A diferencia de los OGM, que contienen un trozo de ADN que proviene de otro organismo y que ha sido introducido por técnicas de ingeniería genética, en las técnicas de mejoramiento fitosanitario no se introduce ADN de fuera», explica a Efe el bioquímico y divulgador científico José Miguel Mulet. Para Mulet, investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas de Valencia, regularlas a través de la normativa de transgénicos sería un error que demostraría un total desconocimiento científico.

En Estados Unidos, donde no se someten a una regulación especial, ya se venden cultivos editados, «por ejemplo champiñones que se conservan durante más tiempo», explicó Mulet.

Este experto, firme defensor de los transgénicos, asegura por otra parte que los OGM «no son peligrosos para la salud ni para el medio ambiente», como demuestra el hecho de que en treinta años «no hemos tenido ningún problema».

Según explica, la campaña antitransgénicos se remonta a los años 90, cuando los grupos ecologistas, con la pasividad de la industria europea, se opusieron a la estadounidense Monsanto, primera compañía que puso en el mercado europeo un transgénico. A esto se le sumó la crisis de las vacas locas que tuvo lugar en esa época, lo que hizo que la opinión pública se sensibilizara de manera extrema con los temas alimentarios. Para Mulet, el enfoque europeo hacia los transgénicos es un error, y permite la paradoja de que solo se permita cultivar en la UE un OGM, el maíz Bt, cuando a la vez se importan cerca de un centenar. No obstante, este científico se muestra «optimista» sobre la posibilidad de que la UE adopte una actitud distinta hacia las técnicas de mejora genética.

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