Diario de León

El cuento está cambiando

La Noche de Reyes es una de las fiestas navideñas de mayor tradición en España y en especial en León, tan celebrada o más que la Nochevieja. Hoy más que nunca exprimimos hasta el último átomo de ilusión.

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Érase una vez una niña que soñaba con asomarse al mundo entornando la puerta de casa con sus pequeños dedos de bebé gateadora... Érase una vez una chiquilla que rompió la magia de la Noche de Reyes con su tozuda curiosidad. Aquella noche mágica en la que la helada centelleaba como las estrellas en el firmamento, se fue a la cama con un plan.

Permaneció con un ojo abierto por encima de las blancas sábanas mientras, pasada la medianoche, los magos depositaban los regalos en la alcoba de paredes anchas y altos techos. Poco a poco, ganaba confianza en su aventura clandestina. Hasta que abrió los dos ojos como platos cuando vio el enorme camión sobre el suelo y las ‘mondarinas’ y galletas de coco sobre el alféizar de la ventana...

Aquella noche descubrió lo que descubrió. ¡Qué decepción! Al año siguiente no se acordó de aquella visión. Ni al otro. Ni tampoco al año siguiente. Nunca más se volvió a acordar hasta un día que se perdió en la niebla. Toda la vida conservó en su corazón la magia de la noche de Reyes... y la curiosidad.

La noche de Reyes es una de las grandes tradiciones de la Navidad española. En León siempre han sido más animadas las fiestas de esta noche que incluso la Nochevieja. Alargamos el espíritu navideño hasta el último átomo de ilusión. Como ahora se intenta resquebrajar el orden autonómico atado y bien atado desde la Transición.

Hace años, en el fragor de la batalla por la igualdad, me dio por escribir a las reinas magas. Con un regusto especial por haber tenido el privilegio, en mi adolescencia, de ser reina Baltasara en el auto de Reyes que escenificábamos en la iglesia de San Roque de Armunia, bajo la dirección de Tili, la incansable Estilita Arias, que sigue al pie de la devoción y de este pueblo venido a menos a la orilla de León, como el viejo reino en la periferia de Castilla.

Escribir a las reinas magas era y es una forma de reivindicar a la mujer en todos los ámbitos de la vida. Ayer, en la plaza de San Isidoro, la asociación vecinal del barrio de Santa Marina y la cofradía del Desenclavo invitaban a chocolote caliente y bizcochos mientras el trío de magos —Melchor, Gaspar y Baltasar— abrazaban a peques y mayores y escuchaban sus deseos en un trono improvisado.

Un hombre, un niño y una mujer representaban a los tres magos de Oriente que, guiados por la estrella, llegaron a Belén con oro, incienso y mirra para adorar al Mesías en hace 2020 años. Es evidente que el mundo cambia sin que a veces nos demos cuenta. Y es que el cuento está cambiando, como dice Charo Marcos, la coordinadora de la edición de No me cuentes cuentos que acaba de publicar la editorial Montena.

¡Quién iba a imaginar hace una década que cien mujeres (españolas)protagonizarían un libro para contar a niños y niñas las aportaciones femeninas a todos los ámbitos de la sociedad en todas las épocas de la historia. El cuento está cambiando para las mujeres a base de mucho picar piedra y mucho luchar contra las violencias. Aunque queda mucho tajo y mucho hueso por roer, todo parece indicar que los Reyes Magos van a traer otro cuento para el país.

A pesar de los insultos y de las amenazas colaterales, el cuento se escribía ayer en el hemiciclo del Congreso de los Diputados con gran dolor de Cayetana Álvarez de Toledo al escuchar que se blindará el ‘sólo sí es sí’ para frenar las agresiones sexuales. Inés Arrimadas se llevó otra decepción al saber que en España no se tolerarán los vientres de alquiler ni las agencias intermediarias. Y sobre todo al comprobar que los barones del PSOE no responden a las llamadas del teléfono de Gila que rescató de la memoria predemocrática de este país.

El cuento está cambiando porque en noviembre las urnas de este país escribieron una carta a una Reina Maga llamada democracia con el deseo de agrandar los derechos de las personas y disminuir las desigualdades, con la ilusión de avanzar y la firme decisión de no retroceder. Esta noche dormiremos con un ojo abierto por encima de las sábanas y, aunque la decepción puede ser grande, disfrutemos del cuento. Es nuestra noche y nuestro cuento.

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