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León

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Con el inicio del año 2020, la hermana Caridad ha cumplido 100 años. Conocí a esta monja del monasterio cisterciense de Carrizo de la Ribera el pasado mes de octubre, cuando acompañé a estas hermanas en los ejercicios espirituales.

Durante los seis días que compartí los ejercicios y la oración con ellas, las monjas de Carrizo me acogieron con extrema solicitud. Vi en estas monjas del Císter, a unas mujeres de oración contemplativa que hacen de sus vidas una oblación y una donación a Dios desde el amor fraterno y el servicio abnegado al Evangelio y a los hermanos.

De entre todas ellas, la hermana Caridad (de nombre y de vida), es la joya de la comunidad. De nombre, porque así se le dio cuando entró en el monasterio. Y de vida, porqué toda su existencia ha sido amar. Amar al señor, que la llamó a la vida monástica y amar a la Iglesia y al mundo.

Y así es como el día 3 cumplió 100 años. 100 de fidelidad al Señor en este bellísimo monasterio, situado a la vera del río Órbigo. 100 años haciendo de su vida como una lámpara que ilumina en la noche y orienta, con su oración, la vida de la comunidad y de la Iglesia. 100 años que han sido como el perfume con el que María ungió los pies de Jesús en Betania (Jn 12:3)

La Hermana Caridad a pesar de su edad (cuando yo la conocí tenía 99 años largos), continua activa, dentro de sus posibilidades, fiel a la oración y al trabajo, en el ‘Ora et labora’ que se desprende de la Regla de San Benito. Aunque vive en la enfermería del monasterio, con pasos lentos pero seguros, todavía asiste a la oración litúrgica en el coro y baja a la cocina que aún barre y donde igual pela patatas que friega los cacharros. Con una mente lúcida, la cabeza de la Hermana «Caridad da cien vueltas a cualquiera que quiera confundirla», como me ha dicho Sor Blanca. Además, en la zona del río Órbigo, la Hermana Caridad «es más conocida que el Diario de León», como también me ha dicho Sor Blanca.

La Hermana Caridad, de nombre y de obras, es una mujer entrañable y humilde, pequeña y sencilla, pero con el vigor y la fuerza que nacen del Evangelio, que ella vive con confianza.

A lo largo de su vida, ha sido centinela de esperanza y de fe, ya que con su mirada limpia y sencilla sabe transmitir el gozo de la comunión y de la paz, de la reconciliación y de la alegría. La Hermana Caridad transparenta en sus ojos la bondad de las bienaventuranzas y la alegría de la fe.

En su reciente Carta Apostólica: ‘Admirabile signum’, sobre el significado y el valor del belén, el papa Francisco nos dice que el belén que ponemos en nuestras casas, es como «un Evangelio vivo», ya que la contemplación de la escena de Navidad, «nos invita a ponernos espiritualmente en camino». Creo que la Hermana Caridad, con sus 100 años de vida, es también, como el belén, un signo admirable de las gracias que Dios ha derramado en ella a lo largo de su vida. El papa Francisco en su Carta Apostólica, también nos dice que el belén «manifiesta la ternura de Dios», ya que nos invita «sentir, a tocar la pobreza que el Hijo de Dios escogió para sí mismo en su encarnación». Creo que la Hermana Caridad, por el amor que ha recibido del Señor y que ella ha sabido dar generosamente, también manifiesta la ternura de Dios. Todavía más: es la ternura de Dios, que Él nos hace descubrir en esta monja discreta y humilde.

100 años de fidelidad, de oración, de trabajo y de gozo pascual, son los que resumen la vida de esta monja, pequeña y servicial, y que es un don para el monasterio de Carrizo y para toda la Iglesia.