Corazón tranquilo
San Pedro Bercianos es un municipio situado en el mismo corazón de la comarca del Páramo, con todo lo que ello conlleva. A apenas veinte minutos de la capital leonesa, aquí la tranquilidad reina en cada una de sus calles, plazas y rincones. Aunque la despoblación sigue siendo su problema más acuciante, los nuevos nacimientos en los últimos meses invitan a un leve optimismo.
El municipio está formado por las localidades de San Pedro Bercianos y La Mata del Páramo, aunque en un tiempo no demasiado lejano contaba con otras dos poblaciones, actualmente desaparecidas: Cacabillos y Villapepe, de las no queda más que el recuerdo.
Sus primeras noticias históricas se remontan al año 812, más de 1.200 años atrás que dan fe de que por estas tierras que han tenido fama de yermas ya vivían gentes que con su esfuerzo eran capaces de arrancar de la tierra sus mejores cosechas. Una herencia que los habitantes de estos lares llevan escrita en su ADN con un gen del trabajo que hoy sigue haciendo que la comarca sea un referente agrícola. El agua que llega de las montañas leoneses hace el resto. Aquí se siembra principalmente maíz, pero también alubias, remolacha, trigo o algunas patatas. La agricultura es, pues, la base de su economía. Fruto de ello es la existencia de una cooperativa agraria que nacida hace décadas bajo el nombre de La Milagrosa, en el año 2000 comenzó a trabajar con el grupo Agropecuaria de Navarra (AN) con su integración total en 2013. Además de dar valor a los productos que salen de las fincas, mantiene algunos puestos de trabajo que buena falta hacen por estas zonas que ven como su población va mermando poco a poco con un goteo incesante.
Con todo ello, el Ayuntamiento se esfuerza por mantener los servicios para que sus vecinos tengan un nivel de vida digno. Ambas poblaciones cuentan con su consultorio médico, zonas deportivas y de recreo. Y hasta puesto en marcha unas ayudas a la natalidad de mil euros ya empiezan a dar sus frutos.
Recorrer las calles es adentrarse en el paraíso de la tranquilidad, la paz y el sosiego para aquellos acostumbrados al bullicio de la gran cuidad. Aquí el tiempo transcurre lento, sin prisas, apto para disfrutar cada instante, cada paisaje, el transcurrir de los riachuelos, observar las cigüeñas en sus nidos, los niños jugando en la calle, los mayores hablando en los corrillos...
Cualquier época del año es buena para hacer una escapada. Aquí nadie se va a encontrar grandes patrimonios artísticos, aunque cada iglesia esconde tesoros por descubrir.
El Páramo y como tal San Pedro Bercianos y La Mata guardan un secreto que los vecinos no aprecian todo lo que merece por estar acostumbrados a verlo a diario y los foráneos aún no conocen. Cuando se pone el sol sólo hay que mirar al oeste para ver como el Astro Rey va escondiéndose en el horizonte proporcionando unos atardeceres impresionantes, unas veces grises por estar rodeados de nubes y otras, las más bellas, rojizos en mil tonos cálidos. Y cuando ya entra la noche, especialmente en invierno, hay que salir a la calle, a pesar de las intensas heladas, y alzar la vista al cielo donde las estrellas son un espectáculo incomparable.
Cuando llega el verano los pueblos cambian absolutamente su fisonomía. Especialmente durante los meses de julio y agosto, las calles en invierno silenciosas se tornan animadas y bulliciosas dado que su población crece con la llegada de los veraneantes, la mayoría hijos del pueblo.