«Es agua pasada y nos hemos podido besar y abrazar»
Acaba la cuarentena para los españoles de Wuhan. La leonesa Dácil Sánchez se queda por ahora en Madrid
Dácil Sánchez, la leonesa de 26 años que hasta ayer permaneció en cuarentena con otros 19 dieciniueve españoles procedentes de Wuhan en el hospital Gómez Ulla en Madrid, esperará en España a que llegue su marido, Sun Naitian, de 31 años. Sun está encerrado en su casa en China, «también en cuarentena», explica Liliana Diepa, la madre de Dácil. «Está cansada, no quiere ser protagonista de nada y lo único que dice es que esto ya es agua pasada. Nos hemos podido besar y abrazar. Espera que todo pase pronto para poder reunirse con su marido en España». La intención de la pareja es vivir en León.
Tras permanecer catorce días aislados, el miércoles por la noche celebraron una cena en el Hospital con el personal sanitario que les ha atendido durante todo este tiempo. «Las familias llevamos lo que nos pidieron y allí cenamos todos juntos». Ayer, a las 10.00 horas. Dácil ya estaba fuera del Hospital. Estos días se quedará en Madrid para descansar y luego volverá a León o Asturias, hasta que se vuelva a encontrar con su marido.
La salida de los aislados fue discreta. Dos de ellos ofrecieron una rueda de prensa y el resto, como Dácil, salieron por la puerta de atrás.
El aislamiento comenzó mucho antes de la repatriación. Cuando comenzó a cundir la alarma por el coronavirus, los españoles en Wuhan se confinaron voluntariamente en sus casas, como gran parte de sus vecinos chinos. «Cuarentena total», recuerda Pedro Morilla, director deportivo del club local Wuhan Shangwen, en la sala de prensa del hospital Gómez Ulla. Catorce días «menos unas horas», como calcula María Vicenta García, jefa del Servicio de Medicina Preventiva del recinto hospitalario militar. «Estábamos en casa, controlando la temperatura, esperando la repatriación, cada día con menos paciencia», reconoce Morilla, que habla en nombre de los doce de su grupo deportivo, de las 21 personas que permanecieron en el Gómez Ulla.
Ayer terminó la «vigilancia de los repatriados», como lo llama Fernando Simón, director del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias del Ministerio de Sanidad. El final de la cuarentena coincide con que el virus pierde fuerza a nivel global, aunque la nueva forma de contabilizar los casos en China dé una impresión contraria. «Está claramente en descenso», dice Simón, al mando de la operación de aislamiento que duró «dos días más de la transmisión usual de este virus, que es de doce».
«Habían pasado días difíciles y queríamos que se sintieran bien», asegura García. Dentro de los servicios a su disposición estaba el psicológico. Ninguno lo solicitó. «Se apoyaron entre ellos», sostiene García. «Hicieron una piña». El gran temor del personal a cargo era que un buen día alguno dijera la temida frase: me quiero ir. Tampoco sucedió. Entre ellos se han despedido como amigos, siempre con la vista puesta en Wuhan. «Algunos pasarán una temporada aquí, pero la mayoría dice que va a volver en cuanto pueda», afirma Cadenas-Alonso. «Tienen su vida allí». «Ojalá pase pronto y podamos regresar a la alegre ciudad que conocemos», dice Morilla, mientras su compañero del cuerpo técnico Oliver Cuadrado asiente a su lado. En su equipo hay más de 700 niños y «ninguno ha contraído el virus», sostiene Morilla. Tanto el personal médico y sanitario como las personas confinadas inciden una y otra vez en el mensaje: llegaron sanos y se van sanos.