Diario de León
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León

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nicolás miñambres

Es sorprendente el argumento y lo es el título, con su valor metonímico y el hondo sentido de los afectos. Sorprende el marco geográfico, en la universidad norteamericana de Iowa. Hay que pensar, además, que son dos docenas de personajes y que algunos de ellos pululan por Andalucía, heridos de un amor apasionado que resulta a veces feliz. No es extraño que alguien haya observado que la novela representa una especie de colmena celiana. Y no debemos dejar de señalar la actitud de los personajes esenciales, como es el caso de la maestra Valeria, protagonista sentimental, enamorada de Tom, pero con un desenlace amoroso poco afortunado.

La novela, con el traslado a Estados Unidos de Aurora Altano, logra describir un espacio con personajes de variedad humana enriquecedora. Y surge el retorno a España, que da lugar a unas páginas muy bellas, cuando la protagonista tiene que despedirse de sus objetos domésticos. Frente a este sentimiento, «El gesto de todo lo que se vendía era un adiós definitivo a las cosas que un día tuvieron sentido». El retorno a España de Aurora Altano, se transforma en un final feliz, por la afición que nace en ella por los animales. «En la pequeña América del medio Oeste había aprendido muchísimo sobre la soledad».

Al final, con el fallo sentimental entre Paul y Valeria, la acción cambia de tono humano: se dirige a una zona «entre Algeciras y Tarifa y fue feliz». El desenlace también lo es, viendo cómo Valeria consigue relaciones de paz social ente los inmigrantes. Con el Epílogo y el encuentro con Adam, el que fuera niño antaño, el lector se encuentra con desenlace armónicamente humano. Por ello, como envío final, confiesa la autora: «…y en parte gracias a esas personas y a la constancia de sus gestos amables, la humanidad todavía no se ha extinguido». He ahí un digno y bello final.

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