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León

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josé enrique martínez

El poeta burgalés Tino Barriuso murió en su ciudad natal en 2017. Con el fin de honrar su memoria, el Diario de Burgos convocó un primer premio de poesía joven del que resultó ganador Rodrigo García Marina, madrileño de 1996, con su libro Edad, el mismo título por cierto con el que Gamoneda reunió su poesía en 1987.

Nada es más grato para este reseñista como enfrentarse a la escritura de un joven poeta que, como en este caso, no se conforma con la poesía más o menos al uso, sino, que bien al contrario, resulta atrevidamente personal. Comienza interpelando al lector acomodaticio («Nada de esto es un poema no huya / todo tiene un porqué») y dirigiéndose a él en forma coloquial, con interrupciones, cambios bruscos de tema y de tono, contestando a posibles preguntas del lector potencial, dando cuenta también de sus lecturas (Herta Müller, Paul Celan...), intercalando versos ajenos entre los propios, creando huecos, cuestionando verdades supuestas, fragmentando el poema, gastando bromas y haciendo uso del humor, cuando no de la ironía: «¿cuánto duele un miembro que se necrosa? / no duele papá no duele en absoluto / no llores más, compórtate, estamos en la mesa». Quizá la juventud del poeta le haga traer al poema figuras familiares, la abuela sobre todo, pero sin sentimentalismos: «Quiero que mi abuela no se sienta insignificante... / quiero que mi abuela no se rompa nunca un nudillo.../ quiero que mi abuela no ahogue su jardín por amor y por olvido...».

Desde la antigüedad se entendió el parentesco entre la poesía y el juego. En el poemario de Rodrigo García me parece evidente. El poeta no se tortura, se divierte. Y divierte al lector. Escribe notas de autor al comienzo de algún poema y notas al pie en muchos de ellos. Estas notas al pie pueden tener un contenido travieso, pero en ocasiones son como llamaradas: «El deseo no asegura nada pero incendia todos los campos de ortigas, todos los cuerpos desnudos, todas las realidades solas, todas las viviendas vaciadas. Toda presencia viva». El jurado que premió el poemario habla de un disfraz antimetafórico en la poesía de García Marina, porque es ajeno a la metaforía tradicional o esperable, por lo que puede decir de un poema: «y he terminado todo esto sin escribir una sola metáfora»; y en otro en que se propone hablar de la muerte: «si te mareas nos valdremos de las metáforas». Se trata, en fin, es una poesía con nuevos aires, fresca y sugestiva.