Tempus Fugit
nicolás miñambres
Poco elementos más serios y expresivos pueden encontrarse en el mundo, como el símbolo del «reloj Corpus de la Universidad de Cambridge…» Y mucho menos la palabra Devoradores de Tiempo, como si fuera su alimento habitual. Pero la realidad es de los motivos literarios más habituales. No hay duda de que su polisemia se presta a la imaginación de cualquier escritor, dispuesto a obtener lo más sorprendente e inesperado de la vulgaridad de los días: esa variadísima del campo y de la forma. La posibilidad se cumple ya en el título, empleado por el cultismo y, al tiempo, por el vulgarismo.
Por ello, el recorrido lector hay que considerarlo sugestivo: cada uno tiene memoria y capacidad de invención para el trabajo. No hay que decirlo: el tema, la expresión, el estilo, la extensión los elementos, el escenario…son moneda estilística que cada creador utiliza a su manera. Es por ello por lo que no deben darse nombres, aunque se puede advertir que muchos de los autores presentan un gran acierto en la versión de la temática descrita, pero…flojea el desenlace. O lo que es peor: el autor no es capaz, cayendo en la torpeza, de llegar al final. Pero son poquísimos los casos.
Podríamos afirmar, si el juicio fuera necesario, que tal vez la presencia del mundo natural es el elemento que más llega a la sensibilidad del lector, pero observando la contraportada es el lector quien comprueba la clave creativa de los relatos, lo cual no es obstáculo para sus titubeos creativos: «Levanto el papel y miro al frente. La noche se ha instalado hace ya rato entre los tendederos del patio interior, de modo que no entiendo cómo he sido capaz de ver lo que escribía». Y él se contesta a sí mismo: «Quiero pensar que, al menos de momento, estoy salvado». Y no estaría de más que el lector se leyera de entrada la síntesis de todos los relatos, presentes en la contraportada. Algo puede ver… O, si acaso intuir lo que permiten los creadores.