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Ponencia

El feminismo del padre Poveda

La catedrática Josefina Cuesta habla hoy en León de la pionera residencia de señoritas de las Teresianas

León

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El 8 de marzo de 1910 las mujeres españolas fueron libres para matricularse en la universidad. Hasta entonces tenían vedada la entrada al templo del saber. «El primer feminismo (1850-1939) no solo reivindica el voto sino que tiene entre sus preocupaciones fundamentales la educación», afirma la profesora emérita de la Universidad de Salamanca, Josefina Cuesta Bustillo.

La catedrática de Historia Contemporánea y experta en historia de las mujeres, habla en León, invitada por la Asociación de Antiguos Alumnos de la Institución Teresiana de Mujeres entre la ciencia y la creencia. España 1910-1930 (19.00 horas en el salón de actos del Ayuntamiento de León, entrada por Alfonso V).

La entrada de las mujeres en la universidad fue parte de una oleada mundial, «una revolución pacífica» que, «como la marea que sube» vino desde Estados Unidos a Europa, América Latina y Asia. «Los obstáculos encontrados fueron muy superiores. La universidad era un reducto del saber y con ello de poder», afirma.

«España da una respuesta más tardía que todo el mundo anglosajón pero a la vez que el resto de Europa y América Latina», explica. La historiadora desgranará cómo «distintas corrientes de pensamiento facilitaron esta conquista femenina y dos corrientes, una católica y otra laica, pusieron medios para ella».

Cuesta centrará su charla en la residencia Teresiana, que se abre en 1914 en Madrid, y que constituye, junto a la Residencia de Señoritas de la Institución Libre de Enseñanza, inaugurada en 1915, la doble respuesta de la sociedad española a aquel hito.

«Desde el principio establecen relaciones entre ambas porque temen que no haya suficiente público para ambas. Pero no nacen enfrentadas, sino dialogando y afortunadamente hay público para las dos y algunas pasan de una a otra», explica la profesora.

Es el caso de Victoria Kent, segunda abogada colegiada en España y futura diputada, que pasó de la residencia Teresiana a la Residencia de Señoritas de la calle Fortuny. Ambas residencias tuvieron cosas en común. La fundamental que crearon un espacio de alojamiento para las universitarias con «aire de familia». Hasta entonces, las jóvenes que no residían con sus familias en Madrid tenían casi como única opción las fondas, donde «el jaleo y la falta de medios para estudiar».

La «avanzada» respuesta católica a esta nueva realidad se debió a la labor que el padre Poveda ya venía realizando en Andalucía, con la fundación de las academias teresianas de Jaén y Linares. «Mientras se ha creado la Residencia de Estudiantes para hombres (1910) se están abriendo las residencias femeninas en Andalucía», explica Jofesina Cuesta.

La historiadora abundará en su charla en cómo el «feminismo caló en distintos ámbitos, incluido el ámbito católico que confío en las mujeres en el acceso al mundo de la ciencia» sin que se produjera «una contraposición entre fe y cultura».

La doble respuesta religiosa y laica a facilitar el acceso a la a enseñanza universitaria de las mujeres en España refleja «un modelo plural, tal como era la sociedad española y el sector católico no se retrasó». La respuesta específica de la residencia teresiana aúna la fe y la ciencia.

Una de las leonesas que pasaron por la residencia Teresiana de Madrid fue Francisca López Gutiérrez, una maestra que se preparaba para ingresar en la Escuela de Magisterio en 1915. Y posiblemente el paso de esta leonesa y otras circunstancias animaron a abrir el internado para normalistas en la capital leonesa.

En su libro La Institución Teresiana en León en tiempos de Pedro Poveda, Patrocinio García Gutiérrez señala que muy probablemente Francisca López Gutiérrez fue una de las personas que animó al padre Poveda. «Insistió mucho y aseguró que sería un triunfo la formación». Pedro Poveda escribe al obispo de León el 4 de marzo de 1917 y desde la Escuela Superior de Magisterio escriben a la Normal de León, que respondió con entusiasmo.