El tiempo recobrado de Astorga
Estas son las primeras imágenes, pero vendrán más. El gestor cultural Joaquín D. Gasca donará al Instituto Leonés de Cultura un archivo fotográfico del fotógrafo José Bueno
Estas imágenes de Astorga datadas alrededor de 1910 son las primeras de una serie que el aragonés Joaquín D. Gasca, escritor y gestor cultural, ha adquirido para donarlas al Instituto Leonés de Cultura. Se trata de un conjunto de fotografías que se perdieron, cuya último rastro puede contemplarse en la enciclopedia Espasa Calpe de principios del siglo pasado y que ahora se han recuperado en alta resolución.
Las fotografías muestran los principales monumentos de la capital maragata y serán documentadas junto a un archivo mucho más amplio de imágenes rescatadas de José Bueno, uno de los fotógrafos más relevantes de Astorga del siglo pasado. Cuenta Amando Casado que él quiso adquirir toda la colección a sus herederos, pero estos se negaron por motivos ideológicos. La negativa produjo una dispersión del archivo que, en la actualidad, está en varias manos. Las que Gasca ha encontrado son copias fotográficas del viaje de los seminaristas de Astorga al Congreso Eucarístico en Barcelona en 1952.
El fotoeditor lo restaurará con la idea de que sean documentadas y pasen a formar parte de los fondos del ILC. El fotógrafo y artista Amando Casado, artífice de la conservación de los grandes archivos leoneses, como el de Villarejo, los Martínez o Vicente Nieto, recuerda que la obra realizada por José Buenos no se pudo recuperar porque los herederos rechazaron cedérselo al Ayuntamiento de Astorga. «El caso es que el edificio en el que estaban todos los originales se derrumbó y la mayoría de las imágenes se perdieron», explica Casado, que añade que lo que quedó lo conserva Tomás Valle.
El archivo de josé bueno pudo llegar a las 80 millones de fotografías
«El archivo de José Bueno es muy valioso porque es una fuente de primer orden que relata una parte de la historia de Astorga que, por ahora, es muy limitada», subraya Amando Casado. Y es que en el archivo había, por ejemplo, muchas imágenes sociales como retratos, acontecimientos de la ciudad, escenas que dan fe de los cambios urbanísticas, económicas y culturales y un largo etcétera. Tomás Valle fue uno de los que se interesó por adquirir el material y describe que entre las imágenes que atesoraba el archivo hay fotografías inéditas de la familia Panero, por ejemplo. «Fue todo un poco desastroso. Yo quise comprarlo en varias ocasiones, pero me dijeron que no. Al final, cuando el taller ya estaba medio derruido me llamó una sobrina para ofrecérmelo. Había muchas placas de cristal, con lo que había imágenes antiquísimas», revela Valle, que añade que muchos de los rollos estaban en bolsas de basura. «Incluso llegó a caerse el tejado sobre gran parte del material, porque el taller se cerró y como era un bajo entraron las palomas», lamenta.
Otra parte del archivo permanece en poder de una empresa cuyo director asegura que rescataron cientos de imágenes entre las excavadoras y en medio de la ruina. «Estaban en cajas de manzanas, como si fueran basura, dobladas y llenas de tierra que ahora estamos tratando de limpiar», manifiesta. Adelanta que todo esto tuvo lugar hace cuatro años y que aún no han podido revisar todo el material que tienen debido a las penosas condiciones en que quedaron. «Nos llamó el contratista de la obra y nos dijo que lo iba a tirar y que si queríamos acercarnos a recogerlo», añade. Aclara que la mayoría de las imágenes son retratos que Bueno realizó a las familias burguesas de la ciudad.
Los archivos de la provincia
Las imágenes que aparecen en este reportaje se refieren a estampas de la capital maragata que dan fe de los cambios que ha sufrido Astorga desde principios de siglo pasado. En una de ellas puede verse el Palacio Episcopal de Astorga antes de que se instalara los muros de protección que tiene en la actualidad, la plaza en la que antaño se encontraba el homenaje a los héroes o el anterior cuartel de la Guardia Civil.
Las imágenes monumentales son las primeras de una colección de José Bueno que recoge también el viaje de los seminaristas al congreso eucarístico de 1952
La historia de León que se esconde en los archivos de los fotógrafos leoneses demuestra que en muchos aspectos, nada tenían que envidiar a los grandes nombres que han pasado a la historia. Es el caso, por ejemplo, del fotógrafo berciano Bernardo Alonso Villarejo (1906-1998). El historiador del arte Javier Hernando analiza en un catálogo editado por el Instituto Leonés de Cultura, la evidencia de sus vínculos con los mejores fotógrafos internacionales y muestra su asombro ante la coherencia conceptual y formal de este maestro de la composición, que maneja la sugerencia de los contraluces como nadie. Destacaba Ernesto Escapa que el creador, amigo y confidente de Marañón, fue un viajero impenitente, que iluminó la tiñosa posguerra con el respiro de sus estancias en París, Basilea, Londres o la Costa Azul.
La huella del artista leonés ha quedado plasmada en su utilización del lenguaje fotográfico, su mirada creativa, cultivada y sutil y su dominio de la composición, que se dejan ver en unas obras bastante atrevidas para su tiempo. Su archivo fotográfico, que permaneció inédito hasta 2008, consta de unos 3.000 negativos, un legado en blanco y negro que ha puesto de manifiesto su evidente capacidad artística, salvaguardada por los encuadres, las perspectivas y la expresividad que personalizó su obra y reflejó la manera de recrear su mundo personal. Ahora, ese archivo, junto al de Vicente Nieto o Manolo Martín, se encuentran a salvo en el Archivo de la Memoria de Salamanca y en el de Alcalá de Henares.
Rescate de archivos
El rescate de esta parte esencial de la historia de España se fraguó gracias a la colaboración de Amando Casado y del por entonces director general de Archivos y Bibliotecas, Rogelio Blanco.
El antropólogo explica que el archivo de José Bueno pudo llegar a tener 80 millones de fotografías. Lo mismo ocurre con el de Vicente Nieto, fundador del colectivo La Colmena junto con Rafael Sanz Lobato, Sigfrido de Guzmán y Serapio Carreño, entre otros. Está considerado como uno de los principales exponentes del denominado Neorrealismo Fotográfico Hispano y de la corriente conocida como Escuela de Madrid. Su obra contiene una visión vigorosa de la realidad social española de la década de 1950, por lo que sus fotografías no solamente atesoran un gran valor artístico, sino que también son valiosos testimonios de la historia reciente de España. La técnica en blanco y negro, los contrastes y contraluces y las tomas verticales forman parte del estilo del autor.