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«En España es necesario ser políticamente incorrecto»

l El escritor gallego Francisco Castro publica ‘Tantos años de silencio’

El escritor y editor gallego Francisco Castro

Publicado por
León

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irene dalmases

Torrencial, diríase que ni la grabadora alcanza a registrar todas las palabras que pronuncia por minuto el escritor y editor gallego Francisco Castro. Vehemente, reivindica que es «necesario ser muy políticamente incorrecto» en un país donde «aún hay cuerpos enterrados en las cunetas». Y, valiente, mezcla la violencia machista con la memoria histórica en su última obra.

En una entrevista con Efe se pronuncia en estos términos, mientras habla de su nueva novela Tantos años de silencio, que como siempre pergeñó en gallego y publicó en Galaxia, y que ahora se puede leer en castellano (Rayo verde), catalán (Capital Books) y vasco (Alberdania). Esta historia, que recrea una época de «oscuridad, venganzas y tiros en las cunetas» en la no tan lejana Guerra Civil española, nació, según cuenta, de leer en el periódico sobre una exhumación, ilustrada con unas imágenes.

«Como escritor estás todo el tiempo teniendo chispazos de creatividad y viendo esas fotos surgió la pregunta: ¿qué pasaría si apareciese un cadáver abrazando un libro, que nadie sabe de quién es?», desvela.

En «Tantos años de silencio» el lector conocerá lo que le sucede en el presente a Anxela, una profesora que huye de un matrimonio marcado por los malos tratos, y que acepta dirigir una excavación en unas fosas comunes de la Guerra Civil en el denominado pazo de Flavia, donde se produjeron torturas y ejecuciones.

Allí residían antes del conflicto bélico el ilustrado doctor Emilio Varela y su hija Ana, quienes aplicaban los ideales de la Institución Libre de Enseñanza con el ánimo de cambiarlo todo y de que los más desfavorecidos pudieran acceder a una educación digna. Sin embargo, la guerra lo cambió todo y en el pazo hubo quien aprovechó para pasar cuentas.

Francisco Castro, con una larga trayectoria y numerosos premios en el ámbito de la literatura infantil y juvenil, rememora que en otras obras suyas ya ha abordado «la represión franquista, porque soy de los que sostengo que el franquismo aquí no ha terminado».

Además, es de los que cree que «la literatura tiene que servir para dar voz a los que no la tienen y también debe denunciar aquellas parcelas de la realidad que no me gustan y, en este caso, no me gusta saber que la guerra no ha terminado del todo para los cientos de miles de represaliados que siguen esperando a que alguien les saque de una cuneta».

A su juicio, la novela cuenta una trama pero, a la vez, «como escritor, editor, ciudadano, persona adulta o padre creo que tengo la obligación, en la medida de lo posible, de mejorar la realidad, de dejarles a mis hijos y a mis nietos, cuando los tenga, un mundo un poco mejor, y es por ello que digo que no quiero vivir en un lugar donde el estado no mueva un dedo para recuperar esos cadáveres y donde todavía hay alcaldes que se niegan a cambiar el callejero franquista». «El libro -prosigue- tiene un punto de homenaje muy fuerte a lo que considero fue el último sueño de amor a nivel global que tuvo España, que fue el sueño de la República».

Asevera el novelista que «hay que ser muy políticamente incorrectos y decir que aquí en 1936 hubo malos y buenos. No me vale el discurso de que ambos bandos cometieron atrocidades. Por supuesto, siempre ocurre en una guerra. Pero no es igual cumplir con la legalidad que subvertir la realidad. No es igual estar con la democracia que con los fascistas».

Francisco Castro considera que el fascismo «lo primero que se carga es a cualquiera que piense, por tanto, toda la gente del arte, los intelectuales deben desaparecer, pero también personas como el ficticio doctor Emilio Varela, que existieron y algunos tuvieron incluso tiempo de escapar».

Para el escritor, los únicos antídotos son «ilegalizar la apología del franquismo y mucha educación para todo el mundo. Como quería la Institución Libre de Enseñanza o Federico García Lorca, que con un carro y un grupo de actores y actrices llevaron cultura a los pueblos. Esto es lo más radicalmente subversivo que se ha hecho en la historia de España». «Creyente» de lo que denomina el «artista tocanarices», Castro defiende, asimismo, escribir en gallego, «la lengua que me ha sido dada, con más de mil años de historia, aunque escribo para que me lean en todo el mundo».