Cruces que guían
La cruz es el camino
Sin ser ruta oficial de ninguna guía, desde hace años son cada vez más los peregrinos que se detienen en tres cruces que a simple vista pasan desapercibidas para la gran mayoría pero cuyo simbolismo, cuando se conoce a fondo, marca un antes y un después en quienes caminan hacia Santiago. Se levantan impávidas en la plaza del Grano, en la plaza de San Marcos y en mitad, más o menos, de la avenida Párroco Pablo Díez. Todo culmina en La Virgen
No aparece en ninguna guía oficial, ni tampoco la profesan las grandes masas que a diario, al menos antes de esta cruel pandemia, cruzaban la capital leonesa camino de Compostela. Son, más bien, parte de esos tesoros ocultos a la vista de cualquiera que sin embargo tan solo unos pocos tienen la capacidad de interiorizar. Dicen que no hay sendero humano ni divino sin cruz, que ella es la verdadera Ruta, que quien acepta las suyas propias acabará encontrando el auténtico premio que aguarda mucho más allá de Santiago.
Lo cierto es que recomendaciones oficiales al margen, se cuentan cada vez más los peregrinos que no dudan en detenerse en tres cruces especialmente clavadas en suelo leonés; la de la plaza del Grano, la que les rinde homenaje a orillas del Bernesga en San Marcos y el crucero que de nuevo marca la vía a seguir en Párroco Pablo Díez.
La primera de ellas, junto a la iglesia del Mercado, se antoja como el principio de todo, un punto de salida estratégico que culminará en la Virgen del Camino y su basílica. Cuenta la leyenda que justo ahí, en ese recoveco de la antigua plaza medieval, fue donde la Señora se apareció hace siglos pidiendo, entre otras cosas, que se levantará un templo. Una cruz en la que no todo el mundo repara, silenciosa ante el quehacer de sus paisanos, ávida de alguna oración que convierta el día a día en una experiencia más divina que carnal. Resulta curioso que sean los visitantes quienes con mayor fervor la adoran, como si en realidad supiesen algo más de su incalculable valor espiritual. Desde allí, tras haberse empapado bien del viejo Reino, los caminantes continúan su aventura esta vez hacia San Marcos y su próxima estación; la cruz del peregrino.
Allí, a priori, vuele a suceder lo mismo que en la del Grano. Y es que la majestuosidad del otrora convento y hoy Parador en vías de reconversión vuelven a dejar en un segundo plano el lugar donde reposa el cansado peregrino sin comprender quizá del todo que el verdadero ‘grial de la felicidad’ aguarda sobre su cabeza. No es tarea sencilla mirar lo que sin los ojos cerrados muchas veces es imposible de ver.
La tercera de esas cruces que cada vez más iniciados tienen como parte esencial de su viaje por tierras leonesas no está mucho más lejos de allí, solo habrá que cruzar el puente de San Marcos dejando atrás la ciudad más histórica para emprender camino hacia Trobajo. Una interminable Párroco Pablo Díez recuerda que sin sufrimiento no hay gloria, que la meta no fue nunca llegar sino darse cuenta y aprender que lo bello se vive durante el trayecto, angosto en muchas ocasiones sí, pero tremendamente reconfortador. Antes de meterse de lleno en el sendero que conduce a la Virgen, junto a una plaza sobre en la que el paso de las vías inclina todo el paisaje, está la tercera cruz, el siguiente punto de luz que anima al caminante a no desesperar, a mantener el espíritu que lo puso en marcha intacto. Es, de las tres de este recorrido, la más pequeña y quizá la que más desapercibida pase. No regalará grandes vistas pero sí un memorial impagable del ‘solo a sola’ que debieron vivir la Madre y su Hijo en pleno Gólgota.