El juicio sobre las brujas de Salem
alfonso garcía
Narrar, novelar hechos históricos como la misteriosa situación producida en 1692 en Salem con el tema de la brujería no es tarea fácil. Más bien, comprometida, a no ser que se resuelva con un enfoque original y nunca antes explorado, recurriendo al juez principal del caso. Tal ocurre en la novela de la leonesa Mercedes Fisteus (Villablino, 1995).
Cuando el juez William Stoughton está a punto de terminar con su agonía, un misterioso anciano, Verbouc, le hará cambiar el curso de sus actos para emprender un viaje insospechado, «burlado el tiempo y el espacio» —sueños, situaciones diversas y difíciles, aventuras…—.
A la vuelta, sin embargo, llegó «demasiado cambiado». Entendía que sacrificarse era la única manera para arrojar luz. «Había locura tras cada puerta y cada mirada». Y a él «le habían reventado todos los intentos para parar esa atrocidad y se encontraba solo y desnudo».
Será ahora el lector quien se acerque al desarrollo de los acontecimientos y sus detalles, en un despliegue literario que consigue mantener la tensión, el interés por saber qué ocurrirá.
Es una de las características que se pide a una buena novela. Y esta lo es, capaz de crear el tono de una atmósfera entre misteriosa e inquietante. O ambas cosas a la vez. Pero con una prosa fresca y suelta que se sustantiva, a mi juicio, en las descripciones, muy precisas y ricas, el atractivo dibujo de los personajes y diálogos siempre elocuentes.
Una estructura narrativa bien tejida, en la que, al margen del apunte subyacente de una historia de amor, es interesante la interpolación o alternancia de historias, la básica, claro, desde la experiencia vivida en la cercanía.