Diario de León
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nicolás miñambres

Hay en la novela de Nuria Barrios detalles que se deben resaltar, un título abstracto, brevísimo, y en su contenido, mundos diversos, con un lema mitológico, alusivo a Orfeo y sobre todo a Eurídice. El argumento se ambienta esencialmente en dos espacios: el familiar, de los hermanos Lolo y Lena con sus padres, y el mundo exterior, con el ambiente de los fumaderos de droga en Madrid. Tal vez, el más endeble y convencional sea el del ambiente familiar, con unos padres poco bien avenidos y con distinta concepción en la educación de los hijos.

El mundo en el que se desenvuelven los hermanos Lolo y Lena, es de formación muy distinta: Lolo, de dieciséis años, llega de estudiar en Europa, y Lena sobrevive en Madrid en condiciones muy duras por efecto de su toxicomanía y su incapacidad para superarla, a pesar de sus constantes promesas. De ahí que el escenario se corresponda con la trama: nada sabemos apenas de la casa familiar, pero el lector descubre con detalle el mundo subterráneo de los fumaderos, escenario del horror, dominado por los Culata y los Tiznaos, dueños de mucho subsuelo urbano. Este mundo es un campo perfecto para la descripción de los horrores personales, de una intensa crueldad. Se plantea así el triple motivo: la relación familiar, la fraternal, con unos padres que parecen sufrir terriblemente, y los diálogos de los dos hermanos. Y, más lejos, el mundo.

El ambiente de la droga es el campo temático, transformado en campo desgraciadamente humano, pero de gran valor estético, por su humanidad. Es por ello por lo que el título alcanza una expresiva polisemia: Todo (lo material, lo sentimental y lo humano, incluso la presencia de la perrita Fuga) está en una ebullición cargada de simbolismo, con un final acaso esperanzador: «Lolo volvió la cabeza hacia adelante. En el horizonte se abría una línea clara, una grieta de luz en las tinieblas».

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