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En la biblioteca de los Libros Felices

Los 4.200 ejemplares del siglo XV y XIX que se conservan en Alicante son tratados como seres vivos. «No se tocan, se acarician», dicen sus conservadores

Manuel Desantes y Mario Córdoba, otro de los asistentes de Don Biblo. PEP MORELL

Publicado por
León

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La Biblioteca de los Libros Felices tiene 4.200 volúmenes de entre los siglos XV y XIX (incluidos 16 incunables), unos ejemplares valiosos que viven en ese estado de gracia porque, a diferencia de lo que suele ocurrir, son tratados como seres vivos hasta el punto de que «no se tocan, se acarician».

Precisamente las suaves caricias a páginas que se han conservado durante cientos de años convierten en «único en el mundo» este nuevo espacio que el Colegio Notarial de Valencia, de la mano del bibliómano Manuel Desantes, abrirá al público en septiembre en 400 metros cuadrados su sede en la alicantina calle Villegas.

Catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Alicante (UA) y ex vicepresidente de la Oficina Europea de Patentes (2001-08), Desantes (València, 1959) ha relatado a EFE que el objetivo es que el visitante «pierda la noción del tiempo y no lo olvide jamás».

En las estanterías hay 16 incunables, es decir, libros impresos entre 1455 (la Biblia de Gutemberg) y la Pascua de 1501, como una edición de 1481 de la Divina Comedia de Dante, el Institutio Oratoriae del preceptor de emperadores riojano Quintiliano, de 1482, o Física de Aristóteles publicada por el veneciano Scoti en 1496.

Este singular y aún desconocido lugar está custodiado por Don Biblio , una pequeña talla de madera de gran parecido al propio Desantes que, «con todo respeto», pretende enamorar a todas las personas con sensibilidad hacia los libros antiguos, hoy digitalizados en todas las bibliotecas del mundo y encerrados para poder conservarlos.

«Entiendo bien que los libros antiguos deben ser protegidos porque son muy frágiles, pero también es cierto que están muy tristes en todo el mundo porque ya no son acariciados: son enterrados en cámaras, de manera que existen pero ya no están», lamenta Desantes, filántropo de los libros, que teme que estos apreciados volúmenes acaben «haciéndose el haraquiri y suicidándose de pena».