«Auschwitz es un museo de la condición humana»
l Reyes Monforte narra la historia de la nazi asesina María Mandel
josé carlos rodríguez
La autora de Un burka por amor dice que lleva «toda la vida documentándose» sobre el Holocausto nazi, un tema que siempre le atrajo, por lo que decidió lanzarse a contar, cuando se cumplen 75 años de la liberación de Auschwitz-Birkenau, la historia de una prisionera francesa en el campo de concentración y de una sanguinaria jefa de campo, apodada como La bestia de Auschwitz. El bien y el mal, la víctima y el verdugo. En Postales del este (Plaza Janés) se encuentra esa «eterna contradicción» personificada en dos mujeres: por un lado esta Ella, el único personaje ficticio de una novela «coral», una prisionera que como su propio nombre indica representa a todas las mujeres que pasaron por el campo; y, por otro lado, la figura de María Mandel, personaje real que representa «la crueldad y la falta de humanidad».
«En Auschwitz sucedió todo lo bueno y todo lo malo que puede hacer un ser humano. Por eso es una fotografía de la condición humana», afirma Monforte (Madrid, 1975), que asegura que con su novela quiere «remarcar los dos polos opuestos» y demostrar que «la maldad no tiene género». «Conocemos personajes históricos como Adolf Hitler, Josef Mengele, Heinrich Himmler o Joseph Goebbels pero existieron mujeres igual de malvadas o incluso más en las SS», asegura la escritora, que opina que las mujeres en la historia del Holocausto «siempre aparecen como víctimas o como esposas de generales nazis» y no suelen conocerse personajes como María Mandel, una mujer que «nunca tuvo mala conciencia».
Monforte se pregunta cómo una persona que pudo no sentir ni un ápice de piedad o remordimiento cuando se dedicaba a «lanzar niños recién nacidos contra una pared o ahogarlos en un cubo de agua», podía, sin embargo, emocionarse hasta el llanto al escuchar «Madame Butterfly», la ópera de Puccini, o tantas otras de Schumman o Schubert. «Es la pregunta del millón», afirma Monforte, que ve en el personaje de Mandel «una mochila de emociones muy dispares» a las que no encuentra una explicación coherente porque, como ella misma afirma, «Mandel tuvo una infancia feliz, sin problemas» y cuando fue juzgada en Cracovia «declaró ser una persona normal, que actuó como actuó abocada a unas circunstancias excepcionales».
Según Monforte, se le olvidó decir en el juicio «que disfrutaba observando los horribles experimentos de Menguele o las violaciones que ella misma realizaba a las mujeres», algo por lo que nunca pidió perdón, ni si quiera antes de ser sentenciada a muerte en 1948. Sin embargo, pese al horror perpetrado por este personaje y otros tantos reales que aparecen en la novela, destaca la bondad y la luz del personaje de Ella, la verdadera protagonista de Postales del Este, que llega a Auschwitz en 1943. «Los presos, ante el temor de ser asesinados, enterraron en el suelo del campo postales, fotografías, objetos personales y mensajes. Los nazis querían borrar toda huella de sus vidas y ellos resistieron, en secreto, dejando ese rastro», explica la autora, que asegura que en estas cartas y postales está el corazón de la novela, ya que las palabras se convierten «en refugio» y tienen un poder «liberador y curativo». Y es que el personaje de Ella, al poco tiempo de entrar en Auschwitz empieza a trabajar en el Bloque Kanada, donde encuentra numerosas postales y fotografías en los equipajes de los deportados y decide entonces escribir sus historias para que nadie olvide quiénes fueron.