«Han sido los días más duros»
Es la primera vez en la historia que se destruye el campo I por completo. La anchura de la avalancha es de 500 metros. Llego casi de noche al campo II y me meto en la tienda a descansar, preparar comida e hidratarme. Ha sido de los días más duros de mi vida por el esfuerzo y por el desastre que presencié.
Me levanto más animado al día siguiente y prefiero pasar página. Observo la pared del Lhotse, donde tengo que instalar el campo III. La situación es angustiosa; la pared está muy cargada de nieve y el campo III hay que abastecerlo y dormir al menos una noche antes de atacar la cima. Pero está absolutamente imposible de escalar por la amenaza de avalanchas. No puedo hacer más que esperar a esta cota de 6.500 metros.
La sangre se me queda como horchata; no es conveniente permanecer tanto tiempo a esta altura, por el peligro de un trombo, pero el mal tiempo nos obliga. Todos los grupos intentan infructuosamente abrir de nuevo la ruta por la pared del Lhotse, donde se instala el campo III a 7.300 metros. Nadie lo consigue y se retiran al campo base.
Quedamos dos mallorquines, Carlos Pauner y yo con nuestros serpas, menos Pauner que no lleva ayuda. Intentamos abrir la ruta donde todos los demás han fracasado y cruzamos el largo y peligroso glaciar, hasta la pared llamada corner, donde comienzan las cuerdas fijas, con un primer tramo muy vertical.
Las cuerdas están enterradas, y al cabo de un rato de pelearnos intentando sacarlas, se produce lo que temíamos. Provocamos un alud de placa que se abate sobre nosotros, especialmente sobre dos de los sherpas. Tras unos momentos muy delicados, en el borde de un gran serac, gracias a Dios la avalancha se detiene y podemos salir airosos, aunque con dos sherpas heridos.
Regresamos al campo II y a pesar de ser tarde volvemos directamente al campo base para poder atender mejor a los heridos. Una vez examinadas las lesiones vemos que no son graves. Se podrán recuperar para el ataque a cima.
Llegan noticias del campo II. Otra avalancha de grandes dimensiones destruye el campo III (ya me he salvado de dos avalanchas por pocas horas). Un auténtico desastre. Menos mal que no había nadie debido mal tiempo. / JESÚS CALLEJA