«Reivindico el derecho al misterio»
julián alíA
Todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta’. La cita de Gabriel García Márquez siempre ha marcado a Mónica Carrillo (Elche, 43 años). Hasta el punto de que la presentadora de los informativos de Antena 3 del fin de semana empezó a escribir un libro sobre esa reflexión. El resultado es La vida desnuda (Planeta), Premio Azorín 2020, que debería haber llegado a las librerías el 31 de marzo, pero que con la crisis sanitaria del coronavirus, hizo su debut ayer.
—¿Qué quería contar con ‘La vida desnuda’?
—Me propuse construir una novela coral en la que los personajes fueran descubriendo las realidades de sus personas más íntimas, ese puzle que vamos conformando cada uno de nosotros. Entonces, la protagonista emprende un viaje vital y emocional del que no saldrá indemne, porque ya vuelve siendo otra persona. Con el pretexto de reunirse porque la abuela está enferma, dinamita todo, se caen los ropajes y se descubre el mundo de las apariencias.
—¿Se ve reflejada en esa frase de García Márquez?
—No iba tanto por mí, pero sí creo que todos, como seres complejos que somos, tenemos estas tres parcelas. La pública, que es la que exponemos y el resto perciben de nosotros; la privada, a la que tiene acceso el círculo más cercano; y la secreta, que es la parte que no queremos mostrar por muchas cuestiones, ya sea por miedo, voluntad, tabúes, ética, presión social o familiar. Hay muchos factores que pueden hacer que te lleves un secreto a la tumba. Creo firmemente que todos tenemos secretos, aunque lo que lo es para mí no tiene por qué serlo para otra persona. Y en estos tiempos de sobreexposición, reivindico el derecho a conservar el misterio y esas partes infranqueables.
—¿Cómo compagina escribir con su trabajo en los informativos?
—Como todos, supongo. Conciliando y arañándole horas al día y a la noche. Mi receta infalible es que me vuelco, que hago las cosas con mucha pasión. Entonces, no me importa estar renunciando a otras cosas. Cuando tengo la historia entre manos y me pongo a escribir, hay instantes en los que la historia me agarra a mí, así que no me tengo que plantear el ponerme a escribir.
—¿Le resulta más fácil hacerlo al trabajar los fines de semana?
—Me adapto a la necesidad. Es mi tercera novela, mi cuarto libro, y he estado en todos los horarios. He estado a las nueve de lunes a viernes, a las tres de lunes a viernes, y en el fin de semana. He escrito con todos los horarios. Antes, lógicamente, escribía más los fines de semana, aunque aprovechaba cualquier rato; iba con el portátil, tomaba notas en el móvil. Y ahora, aprovecho entre semana. Además, suelo escaparme a mi tierra, a Elche. Suelo ir a la playa. Para mí es muy inspiradora, y necesito esa toma de tierra y raíces. En todas las novelas he escrito partes en Madrid y allí.
—Y como ahora no podía ir, no ha escrito.
—Claro, claro (risas). Sobre todo es por la necesidad. Yo lo voy sintiendo, y entonces, se me van ocurriendo ideas, personajes. De hecho, en esta novela aparecen escenarios levantinos.
—¿Cómo ha vivido esta etapa de confinamiento?
—Con incertidumbre y tristeza. Con este vaivén emocional que nos ha supuesto a todos vivir esta pandemia, y de la que creo que tampoco vamos a salir indemnes. Nos va a afectar, aunque ahora no seamos muy conscientes porque lo tenemos todavía demasiado reciente. Y profesionalmente, yo había tenido que contar noticias duras y sucesos trágicos en directo, pero esto ha sido tan alargado en el tiempo que era como una pseudorrealidad. A la hora de transmitir las noticias tenemos que ser profesionales, pero reconozco que algún fin de semana volví a casa y me desmoroné.