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Publicado por
León

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josé enrique martínez

Ildefonso Rodríguez, poeta y músico de nuestra tierra, y el sevillano Francisco Deco han unido o alternado sus voces en Mandolina y jaula ante un espejo. No conozco la poesía del segundo, pero sí el afán inquieto de Ildefonso Rodríguez, dispuesto siempre a la experimentación con el ritmo y el lenguaje. Es, sin duda, lo que le ha llevado a poner su palabra en diálogo con la de otro. Al parecer se han inspirado los poetas en el Renga que en un hotel parisino compusieron en cinco días de 1969 cuatro poetas: Octavio Paz, Roubaud, Sanguineti y Tomlinson. La diferencia principal reside en que el famoso Renga, sobre el molde del soneto, está escrito en cuatro lenguas que se van alternando: español, francés, italiano e inglés. En cambio, el diálogo monolingüe de Ildefonso y Deco se establece entre textos muy breves, a manera de fragmentos que se suceden de dos en dos hasta llegar al número cien. El editor ha diferenciado las voces de uno y otro poeta con distintas tipografías, aunque no sé si las los poetas quieren para sus voces conjuntas la diferencia o la indistinción.

La introducción de Bériou es muy clarificadora para iniciar una lectura que resulta, como mínimo, exigente. Habla el prologuista, entre otras cosas, de «técnicas de escritura que favorecen la aleatoriedad», de interacción, diversidad, mezcla, imágenes en cascada, confrontación de universos que se atraen y se rechazan, de azar y «automatismo vagamente dirigido». El propio título parece el encuentro azaroso de tres palabras: espejo, jaula y mandolina, acaso porque en diferentes textos aparecen tales palabras: «espejo jaula», «cristales mandolina / mujer en bicicleta», «en el espejo no pesa la mandolina» y «tampoco la espiga pesa en el espejo». Pero el título tiene algo de enigmático, a mi parecer, como muchos de los textos: «Huesero buganvilla / y qué filosofía universal / pantalla blanca / para todas las sombras»; «¿Qué ave de la gran tartaria irritó tu lacrimal? / aquellos vientos cardinales / la ciencia del origen con los cinocéfalos / no se atreve». Sospecho que lo lúdico tiene su parte. El intercambio de voces suscita como mínimo curiosidad y acaso cierta participación en el juego, en una lectura abierta cuyo final puede ser también el principio. Pero no cabe duda de que, como señala Umberto Eco, el lenguaje, hable de lo que hable, nos incita a peguntar qué dice «ese texto».

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