VILLAQUIlambre
El verde de los árboles es parte del rojo de mi sangre, escribió Fernando Pessoa. Por eso volver a la naturaleza es reencontrarse con la casa donde el Hombre se hizo sabio y se sintió tan a gusto, tan libre. Villaquilambre aún conserva los bosques de ribera, las sebes, el praderío y los cultivos. Robles melojos, pinos, fresnos y brezos dan sombra a uno de los carriles bici más vistosos de la provincia, el que discurre desde Villaobispo de las Regueras a Villanueva del Árbol. Más de 7,5 kilómetros junto al río Torío, en paralelo a la senda fluvial, en una zona que marca el límite entre la región mediterránea y la eurosiberiana, la España seca y la húmeda. Al pedalear se escuchan los trinos del abejaruco, el elanio azul y el ruiseñor. Este corredor verde se prolonga hacia la capital, cruzando un pequeño tramo de carretera hacia el parque de La Candamia en busca del nudo donde el Torío vierte sus aguas al Bernesga. El carril bici continúa hacia La Lastra hasta girar al paseo inferior de Papalaguinda y su prolongación hacia La Condesa y San Marcos. En total, los ciclistas pueden recorrer desde el famoso Parador hasta Villanueva 27 kilómetros si realizan ida y vuelta. Para descansar se han dispuesto bancos a lo largo del tramo y miradores sobre el río, desde donde se pueden observar la vegetación de ribera y las típicas cárcavas. Villaquilambre ofrece otros 8,5 kilómetros de carriles bici, que gozan de muchísimo uso en su vertiente recreativa, pero también, cada vez más, como vías de desplazamiento interior entre las localidades del municipio. Junto a la carretera de Santander, la ciclovía es de color granate y enlaza Villaobispo con Robledo de Torío.
Tierra de presas y molinos como la famosa de San Isidro, el Ayuntamiento ofrece rutas verdes desde Villarrodrigo y Villaobispo. Esta última para conocer otra de las presas representadas en su escudo, la Blanca, en honor a la imagen del pórtico de la Catedral cuyas aguas originaron numerosos pleitos en la Edad Media.
En los 56 kilómetros cuadrados del municipio también hay lugar para las leyendas y la historia, de la mano de la cueva de San Martín, conocida como del Moro, de la Villa Romana de Navatejera y de las iglesias de sus pueblos. La ermita rupestre posee una curiosa nave, un arco de herradura y un ábside con bóveda semiesférica, y fue tallada, probablemente, hace quince siglos en el escarpe de la margen izquierda del río Torío. Se trata de una estructura subterránea arañada en las arcillas que aún mantiene fuera varios árboles frutales que, supuestamente, plantó el eremita para abastecerse de comida.
La gran hacienda romana fue construida hacia el siglo I a.C., alcanzó su esplendor en los siglos IV-V y dispone de tres partes: la habitacional (donde se encontraron interesantes mosaicos), las termas y la destinada a funciones de campo. Peculiar es el horno de cocción de los materiales de construcción de la propia villa y los restos de una edificación en forma de cruz que se relacionan con el acercamiento de los romanos al cristianismo. Fue descubierta por unas lluvias que lavaron el terreno en el siglo XIX y que vallaron una parte junto a la carretera a Collanzo.
La amplia oferta de ocio, deporte y juventud que ofrece Villaquilambre se irá dando a conocer en los próximos días con las nuevas medidas impuestas tras la pandemia del Covid-19. De momento, las piscinas municipales abrirán el 3 de julio con reserva mediante la aplicación móvil «CITA PREVIA Piscinas Villaquilambre» para evitar aglomeraciones y riesgos.