Bellezas en un mundo dramático
nicolás miñambres
Autor en 2016 de un libro sorprendente, La España vacía, que cambió el concepto de conocer y amar este país, Sergio del Molino ha publicado otras obras que se acercan a una situación especial, desde una mirada original. La última muestra es La piel, cargada de una variadísima muestra de acción, escenarios y personajes. No comentar los juegos de palabras con los que se abre (dirigida a su hijo, en Las brujas no existen) para llegar al fin a una afirmación inesperada: «y descubrir que las brujas no sólo existen, sino que son los padres». He ahí la clave de estas páginas: hay que unir el rigor con el afecto.
A pesar de su humildad, el argumento se ocupa de la riquísima temática del paso del tiempo: «Envejecer consiste en contarse, pero mi piel de monstruo no relata el pasado, sino el futuro», que anticipa «la degradación biológica, el regreso a una forma embrionaria, que cierra el círculo de la vida y demuestra que nunca hubo ni habrá alma que me sublime: sólo células, escamas, polvo, sangre seca, cuerpo puro». Y algo hay que advertir del envío, «Empezaré por la carta del diablo», con un objetivo: «Quiero hablarle a mi hijo de mi línea de la vida, de esa muerte que aún no ha llegado pero no faltará, de mis brujas verdaderas, y de mis puntos rojos en la planta del pie». Es una orden vital para él: «Quiero hacerle un catálogo de monstruos, mis congéneres, personajes devorados por la misma soriasis que me rompe a mí. Empezaré por la carta del diablo». La piel recrea espacios y tipos, siempre desde un humanismo «ateo». Muy interesante resulta el capítulo Brevísima historia del racismo» que incluye un excelente retrato de un sabio del ayer, como fue Félix von Luschan, autor del método de su nombre, tan famoso. Es en el mismo capítulo donde el autor habla sobre el negro de Bañyoles.