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Encumbrados para defender la ley y la vida

Son los mejores. La dedicación, el trabajo duro y el talento que han demostrado juegn a favor de todos porque de ellos depende la seguridad de los ciudadanos de la provincia. Cada uno de ellos ha desarrollado numerosas destrezas que

León

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Siempre perdonas la actitud de las personas a las que rescatas. Los errores están para cometerlos y para aprender de ellos. Ha habido imprudencias muy grandes, pero nunca hay reproches, ni siquiera emocionales». El sargento primero Enrique Ferrero Rodríguez, jefe del Greim de Sabero explica que «la montaña no son matemáticas». «Siempre tienes que tener un plan B y en ocasiones ni siquiera así consigues lo que buscabas». Los guardias civiles del Grupo de Rescate y Montaña recuperaron en 2019 los cuerpos de 127 fallecidos, una cifra muy alta si se pone en relación con el número de intervenciones: 981, con 607 heridos y 715 ilesos. Las capacidades que los agentes del Greim desarrollan en su trabajo diario no se circunscriben tan sólo a las meramente físicas. Sus destrezas para enriscarse y salvar vidas van acompañadas de una fortaleza y rapidez mental que les permite tomar decisiones de vida o muerte en situaciones de máxima presión y en cuestión de segundos. De hecho, las pruebas para unirse a este especialidad de la Benemérita son tan exigentes que un 20% decide abandonar y otro tanto se ve obligado a renunciar a causa de las lesiones. Sin embargo, se trata de un cuerpo muy vocacional en el que los aspirantes están dispuestos a presentarse a las pruebas numerosas ocasiones.

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Imágenes de rescates en la montaña de León realizados por miembros del Greim de la Guardia Civil. JESÚS F. SALVADORES

Enrique Ferrero asegura que hay numerosas ocasiones en las que se ha planteado dejarlo. «Claro que sí. Hay rescates en los que sientes mucho miedo. Un rescate malo de invierno te lleva a cuestionarte muchas cosas», explica y precisa que los momentos más duros se producen cuando piensas que, tal vez, esa sea la última salida, que puede que ya no vuelvas a ver a tus hijos. «Hay situaciones muy peligrosas, en las que poner anclajes sobre elementos naturales, como las grietas de una roca, por ejemplo. Cuando la cabeza trabaja, malo porque empiezas a pensar en la posibilidad cierta de que no saldrás de allí. Estamos sobrepasando la línea y sólo nos queda rezar», reflexiona. En cualquier caso, el sargento Ferrero explica que se trata de pensamientos inmediatos, «del aquí y el ahora» en los que están tan conscientes de todos los estímulos, tan alerta, que no les da tiempo a pensar en las consecuencias. «Hay rescates en los que el nivel de riesgo que asumes dura en el tiempo, y eso se mastica, se rumia durante mucho tiempo. Si la situación de peligro es fugaz, el tiempo se la lleva rápidamente, pero cuando se mantiene es cuando te cuestionas todo». Sin embargo, el sargento asegura que siempre compensa.

El fallecimiento de tres compañeros en Maraña hace ya seis años fue uno de esos casos en los que todo se pone en cuestión. «Conlleva un sentimiento de culpa que nunca se desaparece», revela. Enrique Ferrero se refiere al síndrome del impostor que situaciones mortales provocan en los supervivientes. «¿Hice lo suficiente o, mejor, tomé las decisiones adecuadas para que el rescate no se saldara con la muerte de los compañeros? No es fácil gestionar esos sentimientos», reflexiona el sargento.

«Cuando la cabeza trabaja, malo porque empiezas a pensar en la posibilidad cierta de que no saldrás de allí»

El sargento Daniel es responsable de la sección de Delitos contra el Patrimonio de la Policía Judicial. Graduado en Administración de Empresas, su vocación de servicio fue casual pero definitiva. Comenzó en la Unidad Central Operativa dentro del grupo de Delincuencia Económica, en Madrid. «Nuestros casos no tienen carga emocional. No salvamos vidas», asegura al tiempo que deja claro que por lo general los casos más mediáticos no son los más interesantes. Subraya que las operaciones de contrabando, por ejemplo, no son tan atractivas para los medios como el caso Heracles, en el que él colaboró y que supuso la revelación que llevó a los juzgados la trama de los Eres de Andalucía, pero asegura que exigen mucho trabajo operativo. «De repente tienes un viaje para investigar una operación de tráfico ilegal desde Bulgaria y al cabo de unas horas, te das cuenta de que te tendrás que quedar varios días, de que no puedes volver a casa, que tu vida ha cambiado de repente y acabas tres semanas en otro lugar», dice.

Desde su llegada a León ha detenido a numerosas redes criminales en operaciones que suelen prolongarse en el tiempo. Es el caso de la operación ‘Fugaces’, que desarticuló un clan que se dedicaba a robar en bares de la provincia. Sin embargo, deja claro que cada vez hay más estafas de tipo tecnológico, lo que les ha obligado a especializarse en ciberdelincuencia. «Son los delitos que más crecerán en el futuro». Cada agente del grupo, siete en total, posee cualidades que hacen que el equipo sea muy eficaz. «Mi mayor satisfacción es conseguir que los malos entren en prisión porque el trabajo que hace la policía judicial es fundamental para que el juez y el fiscal lo tengan más fácil», asegura. Incide en el carácter dinámico de su especialidad y subraya que un policía judicial siempre tiene que estar dispuesto a llevarse el trabajo a casa y a encarar operaciones muy diferentes. Rafael Díez Moreno forma parte de la agrupación de Tráfico de la Guardia Civil y cumple su función subido a una moto. ¿Te bajarás algún día? «Nunca».

«Las bombas no han cambiado, lo que han cambiado son las normas de uso porque ahora se mueven y tienen vida»

El destacamento de tráfico en León dispone de cincuenta agentes y Díez Moreno recuerda que la sanción reprime las imprudencias. «Mire, si no hubiera presencia de la agrupación de tráfico, la carretera sería un lugar sin ley», dice y añade que se evitan más accidentes de los que se producen y que la mera presencia de la Guardia Civil evita infracciones que terminan en accidentes. Además, insiste en que hay tipos de infracciones en las que los delincuentes son reincidentes y precisa que la superar los límites de velocidad y conducir bajo los efectos de la droga y el alcohol son delitos en los que los automovilistas siempre reinciden.

Carlos Arguello es el jefe del Grupo de desactivación de explosivos. «Soy Tedax», dice con orgullo y explica que hay que tener miedo pero es imprescindible aprender a dominarlo. Reflexiona sobre la razón por la cual eligió esta especialidad y revela que cuando él comenzó ETA estaba en su apogeo. «Ingresé como auxiliar en 1983 y había atentados cada día». El sargento explica que su bautismo de fuego se produjo en Vitoria, el día que tuvo que desactivar una carta bomba dirigida al delegado del Gobierno en Vitoria. «Todo lo que puedas hacer a distancia, se hace a distancia y si hay que entrar en contacto con el dispositivo, la regla es permanecer el menor tiempo posible cerca de la bomba», subraya.

El sargento revela que las bombas no han cambiado. «Lo que han cambiado son las ‘normas de uso’ porque ahora nos enfrentamos a artefactos que caminan y a los que no les importa hacerse explosionar para ocasionar el mayor daño posible», explica acerca de los yihadistas suicidas. Detalle que en estos casos sólo hay una opción y eso te genera conflictos éticos difíciles de valorar. Advierte de que el peligro en León está en las zonas que acogieron el frente norte durante la Guerra Civil. «Las bombas siguen apareciendo y hay que tener mucho cuidado porque no sabes cuándo puede explotar», avisa mientras cita que las principales son las granadas polacas o las italianas, que son más difíciles de desactivar, proyectiles de artillería y bombas de aviación. «Recomiendo al que las encuentre que las marquen y avisen a la Guardia Civil.