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Diez años de solidaridad en León

Fundación Cauce cumple una década ayudando a personas sin hogar y con escasez de recursos. La entidad cuenta con un piso de acogida y ayudas de la Fundación Alimerka para proporcionar comida a las personas más necesitadas.

Cauce

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León

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La Fundación Cauce es una organización no gubernamental (ONG) de carácter benéfico asistencial, de inserción socio-laboral, acción social y voluntariado de la comunidad de Castilla y León y el principado de Asturias. Su creación se remonta a 1996 ante la inquietud de un grupo de personas por las necesidad esde diferentes colectivos que demandan su solidaridad.

Carmen Carnero, coordinadora de la entidad en la provincia de León, explica que los primeros voluntarios (la presidenta Isabel Redondo y María Jesús Huelga, voluntaria ya fallecida) empezaron haciendo voluntariado y se dieron cuenta de que muchas personas sin techo necesitaban un hogar para vivir, asentar su vida y «empezar a funcionar».

Por ello, se decidió crear un piso de acogida para los que lo necesitaran. «La idea del piso no era dejarlos allí y darlos de comer simplemente, sino buscar una estabilidad en su vida. La Fundación les cubre todas las necesidades básicas de alimentación, sanidad y ropa, pero se les pide a cambio tener la intención de cambiar (salir de esa situación de calle) mediante la formación y la búsqueda activa de empleo», cuenta Carnero.

Usuarios del piso cocinando. MARCIANO PÉREZ

El piso de acogida comenzó a estar operativo en 2010 junto a otro, pero en 2013 se tuvo que cerrar la otra vivienda. En total 95 personas pasaron por este piso, un 75% de ellas consiguieron trabajo y otro 20 % ayudas para la subsistencia. Los usuarios de este espacio tienen un plazo de un año para cambiar su situación, pero nunca «se les pone en la calle como estaban». La plaza es para gente sin ningún tipo de recurso, por lo que cuando tienen trabajo o ayudas deben abandonar el piso.

En este piso, suele estar ocupado por cinco personas, ya que se habilitó el salón como habitación para contar con más sitio. No obstante, actualmente viven cuatro personas, puesto que iba a entrar un quinto usuario y se la denegó el acceso al dar positivo en Covid-19. La coordinadora matiza que es un requisito adicional que piden para no exponer al resto de hombres del piso.

Puente para el cambio
En el piso han residido 95 usuarios, de ellos un 75% consiguió trabajo y un 20% ayudas para vivir

Para la organización de la casa, cada integrante se hace cargo de su propia habitación, mientras que la limpieza de las zonas comunes son administradas y repartidas semanalmente mediante un cuadrante. Además, un día a la semana hay ‘asamblea’ para supervisar el buen funcionamiento del piso y en el caso de haber un problema, la Fundación supervisará más veces durante la semana.

«Buscamos que ejerzan la autonomía. La idea de este piso es que sea un trampolín para salir a la calle con tu situación arreglada y estabilizada. Si tienes una ayuda o un trabajo estable, te puedes gestionar una habitación de alquiler y ser autónomo», señala Carnero.

Entrega de alimentos a las familias. MARCIANO PÉREZ

En el caso de que la ayuda sea pequeña como una renta garantizada, se proporciona al usuario alimentos, ropa o calzado. Sin embargo, la meta es la autogestión de su propia vida mediante el aprendizaje y la formación que proporciona la fundación.

«Muchos no han cocinado nunca, pero terminan aprendiendo. Si cuando salen de aquí van al comedor social, nosotros ya no podemos hacer nada. Intentamos que ese sea el último recurso. Yo te proporciono los alimentos y tú trabajas con lo que aprendiste. Has pasado por una mala temporada y has caído en calle como puede pasar a cualquiera, pero se trabaja para una vida digna», relata.

«La gran mayoría llegan hechos polvo psicológicamente porque han sido invisibles para la sociedad», prosigue.

Los voluntarios y usuarios

Carlota Ortega es una voluntaria y ex-usuaria de Fundación Cauce. «Me ayudaron con alimentos, ropa y calzado para mí y mis hijos. Hice varios cursos formativos y otros para aprender a reducir gastos en la economía familiar y hacer frente a los pagos con los pocos recursos que había. Una vez que entré en Cauce y vi lo que era, otra amiga, que necesitaba ayuda también, y yo decidimos comenzar a colaborar para seleccionar ropa para los mercadillos.

«Yo entré en una época muy mala psicológicamente y ayudar a los demás de alguna forma me sanó y ayudó a mí también. Tú te sientes útil, ya que no tienes trabajo y empiezas con esto. Aunque ahora tengo trabajo, sigo colaborando con ellos en lo que puedo», relata la voluntaria.

Exusuaria y voluntaria
«Yo entré en una época mala psicológicamente y ayudar a los demás me ayudó a mí»

En el caso de Nuria González, otra voluntaria y ex-usuaria de la organización, narra que llegó a la Fundación por medio de Cáritas y fue derivada a la bolsa de empleo. «Vieron que tenía mucha necesidad porque tenía niños a mi cargo y mis hijos estaban mal porque había falta de calzado, comida y ropa. En ese sentido, ellos me ayudaron en todo», recuerda.

«Aunque encontré trabajo de tres horas al poco tiempo en Alimerka, mi primera llamada fue a Cauce para poder colaborar como pudiese—en este caso con mi tiempo. La Fundación continúo ayudándome con comida y material escolar. Yo arrastré a toda mi familia (mi hija, mi pareja y mi madre) para ser voluntarios. Actualmente tengo un trabajo fijo en Alimerka, pero yo no me quitaré en la vida. Mi mayor preocupación era que mis hijos no pudieran comer y si tenía que robar en un supermercado para que pudiesen comer, yo estaba dispuesta ir a la cárcel por ello», cuenta emocionada González.

Las voluntarias insisten en que la Fundación tiene muchos proyectos y es necesario que se difunda su labor para que se pueda ayudar a las personas que lo necesitan.

Por otro lado, Francisco Alba, usuario del piso, señala que fue derivado desde el hospital y lleva un mes y medio allí. «Venía sin nada y ahora tengo un armario lleno para poder cambiar hasta cada día de ropa. Comemos muy bien, el piso está limpio y el trato de maravilla, esto es algo que no te esperas viniendo de la calle. Y todo fue gracias a la Fundación y especialmente a Carmen. Cuando me jubile, que me queda un año o encuentre trabajo, quiero colaborar porque se lo debo», relata Francisco.