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«Entrevistarme a mí mismo me da repelús»

l Jordi Évole desvela los secretos de 50 personajes en ‘Confinados’

El periodista Jordi Évole, en Málaga

Publicado por
León

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miguel lorenci

Reconoce que fue más difícil evitar que Joaquín Sabina fumara en pantalla que concertar su segunda entrevista con el papa Francisco. Son dos de los 50 personajes que Jordi Évole, (Cornellá de Llobregat, 1974) tele-entrevistó durante el confinamiento. Mantuvo unas charlas «íntimas e intensas» desde su cocina y desvela ahora sus secretos y pormenores en Confinados (Planeta).

El curtido entrevistador dice que no se entrevistaría a sí mismo. Reconoce que ahora se muerde más la lengua que cuando era el Follonero y que estas conversaciones con personajes conocidos y anónimos han sido «una lección».

Sus interlocutores son dispares —Sabina, Pepe Mujica, el papa Francisco, Rosa María Sardá, Rosalía, la camionera Coti o enfermeras, cajeras y celadores de residencias temerosos de perder su trabajo por hablar— pero «unidos por flagelo de la pandemia, como resumió el actor Ricardo Darín». Con una ‘webcam’ creó Évole una intimidad «inmediata y difícil de alcanzar en un set y con producción aparatosa» «Charlábamos a solas sobre la que se nos había venido encima», explica.

No cree que del confinamiento saliera lo mejor de nosotros. Más bien lo contrario. «Nos pusimos las expectativas muy altas, creímos que nos transformaría y eso cuesta mucho. Nos abonamos a frases como ‘las crisis son oportunidades’ y ‘saldremos mejorados’. Nos flipamos un poco», reconoce desde el mismo rincón de su casa, con los paños colgando del horno en la cocina.

Se hizo famoso como el Follonero, un tocapelotas que incomodaba a los invitados de Buenafuente. Creía y cree que no hay preguntas indiscretas, pero admite que «ahora me muerdo más la lengua que entonces».

«Lo importante es preguntar desde sitios distintos, desde donde otros no preguntan. Subir a colinas desde donde la perspectiva de la entrevista es diferente. Para mí es una obsesión, ante el papa o ante un personaje anónimo. Antes la originalidad pasaba por el atrevimiento y no siempre debe ser así», concede.

¿Tenemos buena o mala información sobre la pandemia? «Desde que nos confinaron a todos fue muy difícil obtener información. Con miedo es difícil informar. Se juega con él, y ese pavor alcanza a los periodistas. En el caso de una segunda ola será diferente», dice Évole sin ocultar sus temores.

«Tengo miedo, pero trato de convertirlo en prudencia. Cuando hemos trabajado fuera guardé quince días de cuarentena sin ver a mi familia, como cuando fuimos a ver a Pau Donés en el Pirineo».

Le impresionó la actitud del compositor y cantante de Jarabe de Palo a dos semanas de su muerte. «Nunca conocí a alguien que afrontara su final con esa serenidad y esa calma. No es que Pau se marchara por la puerta grande: salió de la vida por una puerta enorme», dice recordando el largo encuentro del que saldría Eso que tú me das, el documental que llegará en octubre a los cines.

«Cambió mi visión de la muerte y de la vida. Deberíamos suministrarnos las frases de Pau cada ocho horas como medicamentos» agradece. Como productor, donará sus beneficios a la investigación del cáncer.

Ego controlado

Dice que el éxito no se le ha subido a la cabeza y le choca que alguien le llame Jordi ‘Égole’ por lo crecido de su ego. «Es difícil controlarlo, pero en los momentos de subidón me doy un paseo por Cornellá y relativizo el éxito y el fracaso. Estamos de paso. Nada es para tanto, ni en lo bueno ni en lo malo», dice. Está atento a las audiencias —«es nuestro negocio»—, pero asegura que no le quitan el sueño. «Todo marcha y no nos quejamos; es un milagro que lo que hacemos interese a tanta gente» se felicita. «Vienen tiempos difíciles y tendremos que ayudar al espectador en momentos chungos, de zozobra e incertidumbre».

Lamenta que la cultura esté «muy tocada». «No podemos dejarla en la cuneta, y menos ahora. En el confinamiento nos salvaron los libros, las series, las películas, y ahora necesitamos ese alimento imprescindible para el espíritu. Debemos ir a cines, teatros y conciertos, donde se nos ofrece con todas las medidas de seguridad. No hay ni un brote en estos espacios. La organización de festival de Málaga ha sido modélica y hace bueno el lema de que la cultura es segura», se felicita.

Le falta autoentrevistarse, como hicieron Óscar Wilde, Ionesco, Truman Capote o Norman Mailer, pero no está por la labor. «No me gustaría. Me da pudor y rechazo. Verme en una pantalla partida contra mí mismo me causa repelús. Si algún día lo hago, que me recuerden, por favor, lo que digo ahora».

El Cervantes para Sabina

Para entrevistar al papa por primera vez Évole necesitó seis años. Para la segunda charla con el pontífice «bastaron 21 horas y trece minutos». Preguntarle al santo padre si dejó en algún momento de creer en Dios o cómo le ha ido la siesta le confirmó que las mejores preguntas se improvisan.

«Hablar con el papa Francisco por Skipe es insólito, pero fue casi más difícil conseguir a Joaquín Sabina, que no fumara y que se pusiera un pinganillo», confiesa risueño. Cuando era un bisoño reportero de Ràdio Cornellá, Sabina le dejo tirado en el vestíbulo de un hotel de Barcelona. Ahora ha logrado que el huidizo cantante hablara desde su casa durante una hora y sin tabaco.

«Le entrevistamos en Salvados y en Confinados. Soy muy cabezón, muy tozudo. Nunca me rindo», dice orgulloso de contar hoy con la amistad de Sabina, para quien reclama el Premio Cervantes. «Si a Dylan le dieron el Nobel, Sabina se merece el Cervantes», reivindica el talento del poeta de la voz quebrada.

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