Diario de León

COCINANDO PARA UN MONSTRUO

¿Qué comían Pol Pot o Sadam Husein mientra asesinaban a mansalva? ¿Cuáles eran los platos favoritos de Idi Amin, Enver Hoxha o Fidel Castro? ¿Qué sentían mimando su mesa y sus estómagos cuando sus pueblos morían de hambre? Los chefs de sátrapas y dictadores revelan en un libro las manías y gustos culinarios de los tiranos

RAMIRO

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León

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Ha dejado de ser un misterio. Lo que comían sátrapas y dictadores. El polaco Witold Szablowski buscó respuestas en los cocineros de cinco de los sátrapas mas sanguinarios y despiadados del siglo XX. El resultado es ‘How to feed a dictator?’ (¿Cómo alimentar a un dictador?), un jugoso libro. Describe banquetes entre hambrunas, purgas o matanzas, y recrea la desmesura de líderes ególatras que buscaron controlar paladares además de conciencias.

Los cinco chefs temieron que los déspotas a los que alimentaban les eliminaran. Como antes reyes, emperadores, césares y zares, todos tuvieron catadores para evitar ser envenenados, cuenta Szablowski, periodista muy reconocido en su país que ha publicado aquí ‘Los osos que bailan’ (Capitán Swing), un ensayo sobre las dictaduras del Este de Europa.

Abu Ali era el chef de Sadam Husein (1937-2006), que gobernó con puño de hierro Irak entre 1979-2003. Le obsesionaba ser envenenado y mandó matar a bastonazos a uno de sus catadores. Adoraba el cordero, la sopa de pescado y el dulce. Eligió a su chef tras devorar un enorme pastel de cumpleaños que con frutas talladas y mazapán recreaba la antigua Mesopotamia. Su cocinero dice que el dictador era amable con sus empleados y les regalaba relojes y ropa nueva, pero que tenía un pronto cruel. Lo demostró bañando en picante una parrillada para ver si algún invitado se quejaba. Cuando Sadam quedaba satisfecho con sus guisos regalaba a Abu Ali un sobre con dinero. Cuando no le gustaban, rompía el plato, le quitaba el dinero y le cobraba una multa.

La ensalada de papaya al estilo tailandés con cacahuetes y salsa de pescado era el plato favorito de Pol Pot (1925-1998), el sanguinario genocida que entre 1975-1979 masacró a dos millones de camboyanos. Yung Moeun, su cocinera y asistente, confirmó que le gustaban los platos vegetarianos, algo coherente con su afán de convertir a los intelectuales en agricultores en granjas de castigo. Yung Moeun, que sirvió a Pol Pot como guerrillero, se convirtió en diplomática jemer y se enamoró de su asesino líder sin complejos.

El paranoico dictador albanés, Enver Hoxha, en el poder entre 1944 y 1985, sólo quería en su mesa los mejores productos de las granjas ‘amigas’ que colectivizó. Agentes secretos los buscaban y controlaban su elaboración. Hoxha (1908-1985) era diabético y ‘Mister K’, su cocinero, le preparaba menús con 1.500 calorías diarias, la mitad de lo recomendado en un varón sano. «Piense en qué decisiones tomaría si tuviera hambre y estuviera de muy mal humor todo el tiempo», dice el chef evocando el terrible carácter del férreo déspota estalinista.

Idi Amin (1925-2003), que fue cocinero en un regimiento colonial, devoraba por kilos naranjas y pudin de chocolate. Otonde Odera, chef del ‘emperador’ que aterró a Uganda entre 1971-1979, cuenta que le pirraban los platos coloniales, como la sopa de rabo de buey o el chuletón, y que exigía que siempre hubiera mujeres en su mesa. Cuando Amin y sus secuaces dieron su golpe de Estado, Odera se cuidó de tener la comida lista. «Sabía que llegarían con el estómago vacío, y si tienes algo bueno para darles de comer, puede que no te maten», cuenta. Amin le aterró, como a todo su entorno. «¿Qué cómo pude cocinar para un monstruo así? Bueno, yo tenía cuatro esposas y cinco hijos. Amin me tenía atado a él. Ni siquiera me di cuenta de qué estaba sucediendo», se justifica.

La leyenda habla de la frugalidad de Fidel Castro (1926-2016), pero uno sus dos cocineros, Erasmo Hernández, y un tal Flores que era catador, cuentan que en alguna ocasión debió ir en busca de anguilas o langostas cuando la comida en la isla escaseaba. Era uno de los escasos caprichos de un dictador que gobernó Cuba entre 1959 y 2008. Poco sibarita, le privaban los helados y los lácteos, hasta rozar la adicción. Con maña en los fogones, Fidel agasajaba a sus invitados especiales preparándoles personalmente pargo rojo o espaguetis que jamás probaba. Prefería perorar.

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