Diario de León

Faltan manos para abrir el comedor de caridad de León

La Asociación Leonesa de Caridad invierte 6.000 euros en acondicionar la casa para cumplir con la normativa por el covid. Aunque las puertas están cerradas, cada día reparten comida para un centenar de personas. Para abrir necesitan más voluntarios o más espacio para que los usuarios dispongan de un comedor en invierno.

Personas voluntarias preparan bolsas que repartirán a los usuarios. El centro tiene ya adaptadas sus instalaciones para atender de forma presencial. FERNANDO OTERO

Personas voluntarias preparan bolsas que repartirán a los usuarios. El centro tiene ya adaptadas sus instalaciones para atender de forma presencial. FERNANDO OTERO

León

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El confinamiento durante la pandemia cerró a cal y canto las puertas, pero la cocina del comedor de la Asociación Leonesa de Caridad echa humo. De puertas adentro, un grupo de seis personas voluntarias se afanan en llenar tápers y preparar bocadillos. Hoy esperan a comer a casi un centenar de personas. Es la una del mediodía y la fila crece en la calle. Durante los dos meses de cuarentena, el Ayuntamiento de León se encargó de los menús, pero la casa referencia para todos los transeúntes que pasan por León bullía por dentro para preparar y repartir más de ochenta bolsas llenas con los menús de las tres comidas diarias . A la cita diaria durante el aislamiento obligatorio impuesto por el estado de alarma no faltó Julia Martín, una voluntaria de 77 años a la que pudo más el amor al prójimo que el miedo por sus propia salud. «Llevo doce años de voluntaria en este comedor de la Asociación Leonesa de Caridad. No tuve miedo en ningún momento. A esta gente hay que darle de comer y a mí me daban mucha pena».

Al pie del cañón estuvo también Javier, usuario y voluntario desde hace doce años. «Me ocupo del almacén y de los trámites con el banco de alimentos. Ahora estoy también ayudando a preparar los paquetes que repartimos en la puerta».

Antes de la pandemia no faltaban los brazos voluntariosos de una veintena de personas. Hoy el miedo al contagio limita las ayudas , que todavía serían menos si se abrieran las puertas del centro para atender a los usuarios en el interior. «Ahora no están en contacto con los usuarios, pero si abriéramos el riesgo aumentaría. Nuestros voluntarios son mayoritariamente gente mayor y tal y como está ahora la evolución epidemiológica del virus sus familias y ellos mismos tienen miedo, no se atreven a venir», explica el director del centro, Félix Llorente. Llorente, prepara la casa para adaptarla a las nuevas medidas impuestas por el coronavirus. «Hemos invertido 6.000 euros en pintar, desinfectar y colocar paneles de separación», además de la ayuda que reciben de algunos de los usuarios, de los voluntarios y de las Hermanas de la Caridad, el corazón del centro. «Ahora tenemos un gasto adicional con la compra de los tápers para la comida que se llevan y que suma más de mil euros al mes».

En la puerta ya esperan los primeros usuarios que recurren al centro, por un euro al día, para poder comer. «La última semana hemos tenido un incremento de personas. Antes de la pandemia atendíamos a unas ochenta personas. Ahora llegan al centenar».

El objetivo es abrir cuanto antes para que la personas que recurren a este servicio puedan comer en un lugar protegido. A partir de ahora, con la llegada del frío y la lluvia, muchos de ellos se verían obligados a comer en la calle. «Las tres comidas diarias no van a faltar, pero mejor sería que comieran todos dentro».

Ante la incertidumbre generada por la evolución de la pandemia, Llorente estudia dos posibilidades. «Hemos pensado que podemos establecer turnos para entrar, así garantizábamos el distanciamiento, pero para eso necesitamos más voluntarios, que de momento no hay. Otra alternativa es que el Ayuntamiento prevea un local o una zona grande donde colocar las mesas y que puedan comer en invierno».

En el menú de hoy hay garbanzos, pescado, carne, ensalada, huevos duros y postre. «Todos los días nos llegan veinte menús que nos cede la Escuela de Hostelería. El resto lo preparamos todo aquí». La cocinera Pilar Gutiérrez, una de las cuatro que trabaja en la casa, destaca la calidad de la comida que se sirve.

«Nos hacen falta socios». Llorente destaca el aumento de los gastos en un centro que no deja de dar comidas ni un solo día. Los donativos particulares, empresas, socios y Banco de Alimentos abastecen de productos el almacén, que se vacía en treinta días.

Consuelo García, una de las Hijas de la Caridad que lleva el servicio, destaca el esmero que pone la casa para atender a las personas más necesitadas. «Van con sus bolsas dignamente y exquisitamente alimentados». Alimentos que recibieron el año pasado 823 personas, a las que se repartieron 77.866 menús El servicio que ofrece también ducha, ropero y lavandería.

El comedor social es el servicio más antiguo de la institución, abierto desde 1906 y desde su inicio atendido por las Hijas de Caridad de San Vicente de Paúl, que hoy están apoyadas por personas voluntarias que acuden diariamente a este servicio abierto los 365 días del año.

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