«CON ESTE TRABAJO NO TE VAS A CASAR»
Pueden viajar y trabajar sin autorización de su padre o marido, que son sus tutores, pueden divorciarse y tiene leyes contra el acoso o la violencia de género por obra del rey Mohamed VI. Cada vez hay más mujeres trabajando y cada vez son más invisibles. Los expertos denuncian un entorno hostil a la promoción femenina y la ausencia de incentivos. Es una estrategia invisible de arrinconamiento. Así es la dificultad de ser mujer trabajadora en Marruecos. Con o sin ley
La Constitución marroquí de 2011 estipuló por primera vez la promoción de la paridad, pero, casi una década después, aquel principio ha quedado en papel mojado y las mujeres encuentran todo tipo de trabas para acceder a puestos de responsabilidad y de poder.
La última iniciativa para revertir esta situación ha sido el comité ‘Mounasafa daba’ (Paridad ahora), formado por militantes de derechos humanos que han llamado al presidente del Gobierno, Saadedín Otmani, y a los partidos políticos a acelerar la implementación de los mecanismos de este principio constitucional.
En el ámbito político, el país está lejos de alcanzar la paridad: hay sólo 4 mujeres entre los 23 ministros que forman el actual Gobierno, dos presidentas de regiones (de un total de 12) y 81 diputadas (de 359) del Parlamento, de las que dos tercios fueron elegidas obligatoriamente por el sistema de cuotas.
Pero es en la esfera profesional donde el panorama es más difícil y cuesta más a las mujeres romper el techo de cristal para acceder a los puestos de responsabilidad en un país donde su presencia en el mundo laboral es cada vez más clara.
Basta con visitar cualquier oficina pública, empresa o fábrica marroquí para constatar el elevado y destacado número de mujeres: obreras, ayudantes, secretarias y pequeñas funcionarias son abundantes, pero la presencia femenina se hace más rara en los niveles más altos.
Los expertos denuncian un entorno hostil a la promoción femenina y la ausencia de incentivos, además de los propios obstáculos estructurales en la sociedad que impiden a las mujeres evolucionar.
Una cirujana cardíaca en Rabat identificada como I.M., explica las dificultades que le imponen sus colegas varones para ejercer una profesión que tradicionalmente ha sido ocupada por los hombres.
La cirujana cuenta que hay una especie de «estrategia invisible» para impedirle practicar la cirugía, viéndose relegada a tareas auxiliares dentro del quirófano.
«Un compañero me dijo un día que hay un acuerdo (tácito) para eliminar primero a las mujeres en un medio muy competitivo. Cuando oigo los debates sobre la paridad me entra la risa», explica I.M., quien tiene actualmente dos casos abiertos ante la justicia por «la discriminación de género» que dice sufrir.
I.M. sostiene que, frente a estas dificultades, otras compañeras han cambiado o abandonado la carrera por el camino o se han conformado con la situación.
«CON ESTE TRABAJO, NO TE VAS A CASAR»
El caso de la cirujana es un ejemplo más de las mujeres a las que en otros ámbitos se les impide avanzar hacia puestos de responsabilidad pese a su alta cualificación.
Las cifras hablan por sí solas: sólo el 20% de las mujeres ocupan puestos de decisión en la Administración pública, un 17,3% de las mujeres dirigen empresas y hay únicamente dos rectoras en las doce universidades públicas del país.
Para la experta marroquí en cuestiones de género e igualdad, Amal el Idrissi, el entorno profesional se ha establecido bajo «normas masculinas», lo que hace que haya una «competencia desleal» entre los dos géneros.
«La mujer, cuando alcanza un puesto de responsabilidad, se ve en la necesidad permanente de justificar sus cualidades, lo cual no es necesario para un hombre», lamentó Idrissi.
La experta recuerda además que el entorno es poco favorable para la promoción de la mujer ante la falta de incentivos de conciliación familiar y, sobre todo, la presión social y cultural.
«Con este trabajo no te vas a casar», «vas a perder tu feminidad», «¿quién se hará cargo de tus hijos?», «no son horas de volver a casa para una mujer» son algunos de los comentarios que recibe cualquier aspirante a un puesto de responsabilidad.
«Seamos realistas, la responsabilidad moral de la familia recae sobre la mujer, lo que supone una atadura para ella ante su promoción profesional», dice con rotundidad Idrissi.
Varias mujeres reconocieron que rehuyen puestos de responsabilidad por no poder compaginar su vida laboral y familiar.
Idrissi cree que promover un entorno más favorable para las mujeres que responda a sus necesidades (guarderías por ejemplo en los lugares de trabajo) podría ayudar a las mujeres a avanzar en su trabajo.
Durante las dos últimas décadas, que coinciden con el reinado de Pero esto no se ha trasladado al ámbito laboral ni tampoco ha conseguido cambiar una discriminación estructural.
«Siento que damos un paso hacia adelante y otro hacia atrás. El problema es que las mentalidades no han cambiado mucho», dice la parlamentaria y reputada sindicalista Touria Lahrach.