Diario de León

La reinvención leonesa de Concha Espina

Jeff Kowalsky

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juan carlos león brázquez

En el silencio que padecen algunas mujeres escritoras subyacen principalmente motivaciones machistas, pero también ideológicas. ¿Cómo explicarse el prolongado olvido padecido por una novelista tan arraigada en tierras maragatas como Concha Espina? ¿Cómo explicarse que la literata que marcó las letras españolas durante la primera mitad del siglo XX sea hoy una completa desconocida?

Concha Espina (1869-1955) no solo alcanzó el cenit literario en vida, convirtiéndose en la primera novelista profesional española, sino que derribó muros al convertirse en la primera mujer reconocida con los máximos premios que otorgaba la Real Academia Española, entre ellos el Fastenrath (1915) por La Esfinge Maragata, rindiéndose la pléyade de varones académicos al éxito de aquellas femeninas letras, si bien nunca le permitieron compartir posaderas en la machista bancada. También se le resistió por muy poco el Premio Nobel, aun cuando a lo largo de los años la Academia sueca recibiera hasta 25 propuestas de Universidades americanas y europeas, de catedráticos y literatos que consideraban que la escritora cántabra debería alcanzar el galardón por su prolífica y exitosa obra. Hoy, en mi biblioteca personal, conservo unas 600 ediciones de todos los títulos que publicó a lo largo de su vida. Fue, además, la única mujer en vida a la que se le levantó un monumento, La Fuente de Concha Espina, que aun hoy permanece en los Jardines de Pereda de Santander, inaugurado en 1927 por los reyes de España. Un caso único, del que no gozaron aquellos envidiosos y visionarios académicos.

Es decir, unas pocas pinceladas para subrayar el injusto olvido de tamaña literata, a pesar de los aislados intentos que desde hace unos años se vienen produciendo con escaso eco cultural e institucional. Por eso, ha sido un descubrimiento ver cómo un colectivo de mujeres, en diferentes facetas artísticas, a iniciativa de la gestora cultural, Mercedes G. Rojo, se han unido en torno a la figura de Concha Espina para darle luz y levantar la bandera reivindicativa apoyadas en la figura de la escritora cántabra, la literata capaz de transmitir al mundo, hace ya algo más de cien años, el alma de esta tierra, con su cultura, tradiciones y sociedad. Un homenaje a la mujer rural que se enfrentaba sola al mundo y a una sociedad encarcelada en su época.

Fue Mercedes G. Rojo, con motivo del centenario de la publicación de La Esfinge Maragata, quien como concejala de Cultura de Astorga, en 2014, organizó unas jornadas (Marzo en Femenino) dedicadas a conocer la figura de Concha Espina y al año siguiente, con motivo del centenario del máximo galardón literario otorgado en España a una mujer, el Premio Fastenraht, me invitó a conferenciar sobre Concha Espina, como mujer y literata, a la vez que, en la Biblioteca Municipal de Astorga, se mostró la primera gran exposición en torno a su gran obra leonesa. Desde entonces, Rojo sigue enganchada a su figura, promoviendo un colectivo de mujeres, que no solo ha recorrido la geografía leonesa, sino que ha llevado su proyecto a Langreo, Valladolid y Madrid, con exposiciones, recitales y ahora con la presentación de un trabajo común que ha crecido paralelamente junto a las iniciativas que se han ido desarrollando en estos últimos años. Con Artistas de León al rescate de Concha Espina, se ha querido visibilizar ese olvido de una mujer que lo fue todo en las letras españolas, en un justo homenaje que coincide con el centenario de la publicación de El metal de los muertos, la obra que, junto a La Esfinge Maragata, constituye la máxima expresión social y literaria de la novelista. Hay poesía, hay prosa, hay pintura, hay esculturas, todo un esfuerzo para tratar de que aquella mujer adelantada a su época, con la interiorización de sus incontables personajes femeninos, no caiga en el completo olvido. Estamos ante una visión renacentista con los ojos de hoy.

¿Acaso alguien puede imaginarse en la actualidad cómo aquella mujer fue capaz de montar en burro y recorrerse las aldeas maragatas para recabar testimonios, costumbres, intimidades de la vida de aquellas abandonadas y apartadas entonces zonas rurales? ¿O imaginarse que hace cien años una mujer burló a la más poderosa compañía minera de Europa, introduciéndose en los tajos, en las profundidades de la mina para conocer la mísera vida de unos hombres esclavizados al servicio de una compañía británica? Pues del primer hecho nació La Esfinge Maragata, del segundo El metal de los muertos, el boom literario de hace exactamente cien años, cuando las agitaciones sociales se traducían en impresionantes huelgas. Solo un dato de aquel momento (1920), de las minas del río Tinto, en Huelva, salieron en estos últimos meses del año casi 4.000 niños repartidos por hogares de toda España, ante la intensa hambruna de la zona a consecuencia de la combativa y prolongada huelga minera. Su novela sirvió para poner en evidencia a la todopoderosa compañía británica, capaz de quitar y poner gobiernos en España, mientras no solo exportaba mineral, sino que remitía enormes beneficios a sus dueños extranjeros. Eduardo Dato, presidente del Gobierno, era accionista de la RTCL y se posicionó del lado empresarial para hacer fracasar la huelga que afectó a 12 mil trabajadores explotados directamente por la compañía británica.

Concha Espina, bien puede estar hoy en desuso literario, los tiempos, la temática y los gustos han cambiado profundamente, pero cómo olvidar el impacto social y literario de sus dos mejores novelas, traducidas ambas a varios idiomas y con alabadoras reseñas internacionales. Una rindiendo culto a las dificultades y problemas de la mujer rural leonesa; la otra, posicionándose con el obrero frente a los estragos del capital. Dos obras profundamente reivindicativas de una mujer hoy revindicada por otras mujeres de León.

Juan Carlos León Brázquez fue Premio de Periodismo de Astorga Maite Almanza, en 2015, por un artículo publicado un año antes en el Diario de León, Un Fastenrath para La Esfinge Maragata. Posee la mayor colección de obras de Concha Espina y acaba de exponer en Huelva su colección personal de El metal de los muertos, con motivo del centenario de la publicación de la considera primera gran novela social española.

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