Diario de León

Empeño quijotesco

l José Luis Puerto analiza la novela en la que Agustín Sánchez Vidal reflexiona sobre Orson Welles y España

El cineasta y escritor Orson Welles en una imagen de juventud

El cineasta y escritor Orson Welles en una imagen de juventud

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josé luis puerto

Agustín Sánchez Vidal es un salmantino eminente, ‘trasterrado’ al ámbito aragonés, donde reside y donde ha desarrollado y desarrolla su aventura vital, investigadora y creativa. Catedrático, hoy, emérito de Cine y otros medios audiovisuales en la Universidad de Zaragoza, en la que antes ejerciera la docencia en Literatura Española, es autor de una obra muy sólida y reconocida, en terrenos de la investigación cinematográfica y literaria, así como un ensayista que, prolongando la tradición noventayochista y regeneracionista, reflexiona sobre el ser de los españoles y nuestros diversos casticismos. Su obra narrativa parte de datos culturales e históricos, pero también de la propia experiencia vital, para articular relatos donde se nos plantean diversas cuestiones que nos atañen como españoles y europeos. Títulos como La llave maestra (2005), Nudo de sangre (2008), Esclava de nadie (2011) o Viñetas (2016), jalonan una andadura muy firme de Agustín Sánchez Vidal como narrador.

A tal andadura, se suma ahora Quijote Welles, una novela en la que el autor aúna y conjuga dos de los territorios que mejor domina: el cine y la literatura, que van de la mano a lo largo de las páginas de la obra.

Hablamos de andadura y es un término que cuadra muy bien con lo que es esta novela. Una novela que nos da noticia de un imposible empeño quijotesco del genial director y actor norteamericano Orson Welles: el de realizar una película sobre el Quijote, con todos los avatares que ello conlleva, en una tortuosa y fluvial andadura, a modo de un Guadiana que de continuo se sumerge y emerge, y cuyo transcurso nunca sabemos qué dirección lleva.

Pero, al tiempo que se nos narra tal empeño, se nos va descubriendo también la pasión de Orson Welles por España y por el pueblo español, por los españoles, que, frente a las ventajas del progreso material o el «sacrosanto respeto a la propiedad individual burguesa. Aprecian mucho más la libertad que la riqueza». Eso hasta que se ha terminado por producir «la americanización de una cultura de gran personalidad», como le ha ocurrido también a Italia y a la Europa mediterránea. En ese sentido, hay una implícita reflexión sobre la pérdida y usurpación de lo sagrado de nuestro país y de nuestro pueblo.

El artilugio narrativo de que se sirve el autor es el de un largo y continuado abordaje al que somete a Welles la joven periodista Barbara Galway, con el fin de escribir una ambiciosa y quizás también imposible biografía sobre el genio cinematográfico norteamericano. Esta sería la columna fluvial de la obra, a la que confluyen, a modo de afluentes o relatos episódicos (recurso cervantino), testimonios e historias de diversos personajes que han tenido algo que ver con Welles, para irnos realizando, de algún modo, todo un recorrido por los proyectos y la filmografía del cineasta.

Podemos ver la obra también –y es una de las claves que nos proporciona Agustín Sánchez Vidal– como una historia de ‘mavericks’, esto es de seres no marcados, que viven en libertad, en los territorios del afuera, que siguen su propio camino y, claro, se trata de «caminos secundarios, solitarios y pedregosos». Y un maverick’ es Orson Welles, como también lo es, de otro modo, Don Quijote. De ahí esa implícita analogía que entre ambos buscadores del imposible se establece en la obra.

Welles –y este es un motivo recurrente que atraviesa la obra– es también esa gran sombra inmóvil, que ya aparece en El tercer hombre, en su plasmación del personaje de Harry Lime. Y este recurso, simbólico y enigmático, recorre toda la novela. Shakespeare decía que la vida es una sombra que pasa y, si lo es la vida, tal es también el ser humano. Welles, plasmado en sus horas bajas, se nos presenta es verdad que como un genio, pero lleno de claroscuros, con miles de aristas, porque quizás su inconformismo se deba a esa trágica conciencia de la imposibilidad de alcanzar su peculiar Rosebud, su Edad de Oro perdida, que ve plasmada en España y en el Quijote, así como en el mundo latino y mediterráneo.

Quijote Welles es una novela en la que destaca el arte de narrar, el gusto de narrar, la precisión y maestría del lenguaje, así como los dilatados conocimientos de su autor sobre nuestra historia, nuestra literatura y sobre el cine; sin olvidar tampoco la enorme carga moral y, por ello, crítica que la obra contiene.

Motivos más que suficientes para abordar su lectura, a la que animamos a todos.

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