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«El poder nos convierte en zombis sociales»

Todos sus libros se convierten en superventas. El leonés Pedro Baños, coronel en la reserva y experto en estrategia, publica ahora ‘El dominio mental. La geopolítica de la mente’, donde explica que hay que estar alerta y que solo si conocemos en qué consiste la dominación tendremos la posibilidad de preservar nuestras libertades.

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Publicado por
Marta Rullán
León

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El poder usa la tecnología más avanzada para convertir a las personas en «zombies sociales» y controlar sus mentes, con el fin de obtener beneficios económicos y políticos, asegura a Efe el coronel en la reserva Pedro Baños, experto español en estrategia, defensa, inteligencia y seguridad.

«La manipulación psicológica la ejercen desde los Estados a las grandes plataformas digitales», explica Baños, que acaba de publicar El dominio mental. La geopolítica de la mente (Ariel), un libro que recoge las tácticas, estrategias, trucos y engaños de las elites para conseguir «el poder definitivo».

El militar considera vital «abrir los ojos para estar alerta»: «sólo si conocemos en qué consiste y como se consigue la dominación mental, tendremos la posibilidad de preservar nuestras libertades».

Polarización

Entre las técnicas que explica Baños figuran algunas tradicionales, como el miedo o el uso de la información, junto a otras más novedosas como la neurotecnología, todas con el único fin de manipular los hábitos humanos.

«A través de la Inteligencia Artificial (IA) y los algoritmos se puede hacer un perfil psicológico de las personas con un acierto del 100 por 100, con connotaciones económicas, para cambiar nuestros hábitos de consumo, pero también políticas, para dirigir nuestra intención de voto, nuestra forma de entender la vida, de comportarnos y nuestras relaciones personales y familiares».

Una de las estrategias más rentables es el entretenimiento, que «en principio es banal, pero está dirigido: hay una tergiversación intencionada de la realidad para que adoptemos un determinado pensamiento y esos mensajes calan en mucha gente».

«No tengo ninguna duda de que todos terminaremos, antes o después, con un microchip implantado en el cerebro»

Baños cita plataformas como HBO y Netflix y hasta Walt Disney, «la productora que más sociólogos y psicólogos emplea para trasladar a su audiencia un mensaje desde niños que les va a condicionar incluso cuando sean adultos».

Otra técnica de manipulación destacada es la desinformación en la red, sobre todo porque favorece una polarización que lleva a la «ruptura social»: «cuanta mayor individualización, más fácilmente vamos a ser manipulados y el voto va a quedar cautivo hacia un bando o hacia el otro gracias a una fanatización de la sociedad que nos aleja de los parámetros verdaderamente democráticos».

La neurotecnología

En ese proceso, es clave la neurotecnología, encaminada a leer la actividad cerebral y alterar su comportamiento.

«Pensemos lo que van significar tecnologías como el neurolink, que quiere que dirijamos máquinas con nuestra mente, lo que también proporciona a un ordenador la capacidad de modificar nuestros pensamientos e incluso el pensamiento colectivo».

Una de las ideas más llamativas del libro es que «la mente global» se conseguirá conectando las mentes individuales entre ellas y con dispositivos de IA a través de microchips implantados en el cerebro, algo así como una especie de internet cerebral que acabará unificando el pensamiento de la sociedad.

«No tengo ninguna duda de que todos, antes o después, terminaremos con un microchip implantado en el cerebro: el móvil que todos llevamos en la mano, lo tendremos insertado».

El experto menciona como ejemplo «lo que está haciendo DARPA, la agencia de tecnología del Pentágono, que se puede verificar en su propia web, para crear supersoldados con estos chips en el cerebro ante la guerra absolutamente inhumanizada que habrá en poco tiempo».

A los soldados-robots se suman otras innovaciones militares como las vacunas contra el estrés postraumático, los nanofármacos o la guerra neurocortical, que, según Baños, acabarán llegando a toda la sociedad.

El 5-G, trascendental

En todo este proceso, el 5G «es trascendental» pues supone «un salto revolucionario a una nueva sociedad absolutamente digitalizada y quien lo controle, que de momento es China, a través de Huawei, va a tener un predicamento muy importante en el mundo entero».

«Conocer el uso que hacemos de los objetos conectados, cuándo y en qué condiciones, proporciona mucha información sobre nosotros mismos y ese es el miedo de Estados Unidos, que ha influido en Francia, Suecia y el Reino Unido y lo intenta con Alemania para que no lo implanten».

Baños tiene claro que tecnológicamente China es inalcanzable.

«Hablemos del campo que hablemos, ahora mismo China bate récords en todos y prácticamente todo lo que está haciendo es irreplicable para ninguno otro país del mundo, incluido EEUU», dice y pone como ejemplo el «enorme logro» de que el sistema chino de geolocalización global tenga ya más satélites (35) que EEUU (31).

En Europa «seguimos con un sistema Galileo que no acaba de implantarse y Rusia está en la misma situación. Estamos hablando de las grandes potencias y ahora mismo ninguna es capaz de hacerle frente a una China que ya no copia, inventa, y que todo lo que hace es sorprendente».

Una revolución necesaria 

Baños es muy crítico con los dirigentes mundiales, a los que acusa de querer «subyugar completamente a la sociedad», y llama a la «resistencia» porque «es el momento de levantar la voz para no perder la democracia, que ya está moribunda».

«Es necesaria una revolución no política, clarísimamente social, por supuesto siempre pacífica», asegura con rotundidad.

A su juicio, «no podemos consentir que narcoticen la sociedad y que surjan sistemas totalitarios de un signo o de otro, que nos impongan lo que está funcionando en otras partes del mundo, que es muy peligroso», explica, citando el ejemplo de China.

El mundo «se aproxima cada vez más» a una distopía, dice, al destacar: «Estamos perdiendo nuestra libertad, nuestra intimidad, nuestra privacidad y debemos reaccionar porque todavía estamos a tiempo».