Diario de León
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León

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Estamos terminando el año 2020, un año difícil que deja en evidencia la realidad social que como personas construimos. Nos merecemos un suspenso.

El periodista polaco Ryszard Kapuscinski decía que la buena disposición hacia el otro es la única base que puede hacer vibrar en él la cuerda de la humanidad. Decía que se debe mantener una corriente que eleve al ser humano, y que no sólo basta con colocarnos en pie de igualdad al otro y mantener un diálogo con él, sino que tenemos que ser responsables de ese otro.

La pregunta es: ¿soy responsable con mis actitudes y mi trabajo de esa realidad que es el otro?

Quizá mi perspectiva esté limitada por el duro escenario en que me ha tocado trabajar, quizá sea que a lo mejor este mundo sea tan decepcionante en estos momentos que las experiencias acumuladas me resultan insuficientes para poder comprender, o quizá simplemente porque uno se hace mayor, no entiendo lo que sucede: ¿Es que no nos importan las personas?

La pandemia del covid-19 ha supuesto un antes y un después para todos. Ha supuesto una descripción decepcionante de nuestra comunidad, formada por individuos incapaces de recortar sus propios derechos en favor de la salud de los más vulnerable.

Ha puesto en evidencia a nuestros representantes políticos, incapaces de hacer una gestión decente para poder minimizar en lo posible el daño. Su irresponsable gestión y falta de previsión les ha llevado a proponer e imponer condiciones extenuantes para la ciudadanía. Y es que efectivamente estamos así: extenuados.

Está siendo un año muy duro, sí, pero no sólo por la magnitud del problema enfrentado, sino por la incapacidad de demostrar el más mínimo respeto y ayuda a las personas vulnerables.

La desesperanza es hoy una realidad. Las consecuencias económicas y sanitarias nos han de colocar necesariamente ante un enfoque de responsabilidad.

Es importante reconocer qué no hacemos bien y poner en el foco de nuestro mayor interés al otro, al vulnerable.

Nada de lo que le pueda suceder a ese otro nos puede ser indiferente.

Basta ya, porque los de la primera línea estamos agotados y porque hoy hay muchas personas que viven en la más absoluta vulnerabilidad.

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