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León

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josé enrique martínez

Las relaciones entre la poesía y las otras artes se remontan al siglo VI a. C., cuando Simónides aludió a la pintura como poesía muda y a la poesía como pintura elocuente. Platón, Horacio y Lessing encauzaron el pensamiento teórico sobre la relación entre las artes. En la práctica, ninguna de las artes ha mantenido tan estrecho vínculo como la poesía y la pintura, que en nuestra lengua ha fructificado en libros memorables de Unamuno, M. Machado y Alberti entre otros. En el presente, José Luis Puerto es uno de los que con mayor ahínco y eficacia estética han plasmado en verso su pasión por las otras artes, de la antigüedad a la contemporaneidad, hasta el punto de poder agrupar en un volumen de no pocas páginas sus poemas relativos elementos arqueológicos, pictóricos, escultóricos, fotográficos... Me cabe el honor de haber escrito el estudio introductorio entre la admiración, la empatía y la complacencia. Puerto titula su libro Nombres de la mirada, pues la contemplación es el acto primero del acercamiento a las artes espaciales. El lector podrá disfrutar de una doble mirada: la del poeta y la suya misma, tanto si conoce el objeto artístico como si lo imagina o lo visualiza de alguna forma.

Ramón Cote tituló su poemario sobre cuadros Colección privada (2003). De igual modo, Nombres de la mirada es el museo personal de José Luis Puerto, elaborado a lo largo de más de treinta años de escritura creativa. La mirada del poeta suele detenerse en lo humilde, en el detalle esclarecedor, en lo que consuena con su sentir poético. La actitud contemplativa y fruitiva conduce a la meditación, lo que otorga especial trascendencia a lo contemplado. Así por ejemplo, los poemas inspirados en aras votivas y estelas expresan cuestiones esenciales sobre la vivencia del tiempo y el aliento de lo sagrado. De las demás artes, es acaso la pintura la que deja huellas más luminosas en la poesía de Puerto: Brueghel, Corot, Miró, Tàpies... y, sobre todo, Zurbarán, el más acorde con la sensibilidad del poeta por su atención a las cosas sencillas, el entendimiento del mundo como ofrenda y la impregnación sacra de sus pinturas. Muchas otras notas cabe añadir; prefiero ofrecer ahora los versos dedicados a la catedral de León: «Perenne piedra / En pie sobre el olvido de los siglos, / Llevas en tu pureza / El secreto rumor de artesanos, canteros, / Siervos, maestros, escultores, seres / Que, anónimos, labraron tu belleza».

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