‘Destruam et aedificabo’
En la portada de la obra más conocida, La miseria de la Filosofía, de uno de los padres del anarquismo, P.J. Proudhon, para fijar doctrina tendente a cambiar radicalmente el mundo de injusticias, incluso con la lucha violenta, figura el dictum bíblico destruam et aedificabo, «descomponer y reconstruir», una propuesta de lucha y de transformación a fin de lograr una sociedad más libre y solidaria. En este orden, dentro del anarquismo español unos eran reacios al uso de la violencia y negaban que el fin justificara los medios; otros, la admitían como modo de acción previo a la reflexión dadas las circunstancias de dominante opresión o al menos de respuesta al pistolerismo implantado.
Los años de vigencia de la II República marcan el cénit del anarquismo hispano y su cota de éxito solo la alcanza, a nivel mundial, Italia. La fecha clave, en la Península Ibérica, se sitúa en 1868 con motivo del viaje del napolitano G. Fanelli, enviado por M. Bakunin; momento en el que se realiza la unión oficial de las organizaciones y se funda la Alianza de la Democracia Socialista. En 1904 se crea en Barcelona Solidaridad Obrera y de este núcleo nace y se desarrolla la CNT que se oficializa en 1911. La situación social de la clase obrera, las provocaciones de la conservadora y las levas de soldados, —miembros de las familias humildes obligados al frente marroquí— destinados a defender los intereses de las acomodadas, cuyos hijos quedaban exentos dado que podían pagar la cuota exigida, entre otros motivos, provocan fuerte división social cargada de activismo y adoctrinamiento. En 1919 la CNT cuenta con cerca de un millón de afiliados. Por otra parte, la adhesión del anarquismo español a la Internacional Comunista fue fugaz; pues en el Congreso de Zaragoza, 1922, a partir de las informaciones traídas de la Unión Soviética por el anarquista leonés, Á. Pestaña, se decide la separación definitiva de la órbita soviética para ingresar en la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). Los anarquistas ante la situación sociopolítica, dado su carácter de compromiso social, adoptan varias tendencias que bien se pueden resumir en dos: la moderada y posibilista en la que sobresale Pestaña, y la radical, en la que se ubica Durruti; esta segunda tendencia se aglutina en torno a la FAI(Federación Anarquista Ibérica) donde confluye la línea más activa y exigente de la acción inmediata.
Buenaventura Durruti, nace en 1896 y fallece, con el aura de héroe y leyenda, en 1936 defendiendo Madrid ante el ataque de los sublevados. Era el segundo de ocho hermanos. Su vida camina entre detenciones, cárceles, dedicación al sindicato CNT y en una atmósfera cargada de sensibilidad adquirida desde muy joven, como mecánico ajustador en León, frente a las injusticias y el caciquismo. En León trabajó en los Talleres Fernández ganando 0,25 pesetas/día, posteriormente en casa Albiñana y en los Talleres Ferroviarios del Norte. En 1917 participa en las huelgas en León y se le señala como unos de los actores en la quema de locomotoras y vagones. A la sazón era de UGT y defensor de la república socialista de inspiración soviética. Lo expulsan de este sindicato. Se le atribuye el atraco al Banco de España en Gijón (1918) y el logro de un botín de 675 000 pesetas. Huye a Francia y en 1920 regresa a Barcelona. Tiene dificultades para lograr trabajo en su oficio de mecánico. La primera detención la sufre con motivo de la huelga ferroviaria de 1917. En 1919 se adentra en el grupo de Los Justicieros, ala más radical y activa del anarquismo. A este grupo se unirá quien será su gran amigo y colaborador Francisco Ascaso y desde él realizarán actividades de contraofensiva contra el pistolerismo desarrollado desde la patronal y el gubernamental coordinado por el violento general Martínez Anido. Sufre persecución. Emigra a Francia y Bélgica. En Francia funda la Librería Internacional junto a S. Faure; crea la Enciclopedia anarquista, el fin era dar formación teórica a la militancia, y en este país participa en un complot contra Alfonso XIII durante una visita a París. Es detenido y encarcelado. En la cárcel le destinan a la misma celda que ocupó María Antonieta. S. Faure intercede ante su amigo, el Primer Ministro francés A. Briand, para que no sea entregado a las autoridades españolas que habían cursado orden de extradición. En Francia conoce a su compañera Emiliana Morin con la que tiene una hija, Colette. Expulsado de París, se refugia en Bruselas y posteriormente se traslada a Berlín donde conoce a Rodolfo Rocker, el fundador de la AIT. Los desastres bélicos en la guerra marroquí que afectan a los jóvenes reclutados en la clase baja, la dictadura primorriverista y la debilidad sindical más el acoso de sus principales líderes lo llevan a América en 1925, junto con Ascaso y Jover. Previamente, en 1924, participa en una acción armada que entra por los Pirineos y fracasa; el fin era alzar la revolución en España.
Tras el triunfo de la República, en abril de 1934 regresa a España cargado de prestigio y asume la línea más radical del anarcosindicalismo no colaboracionista con un gobierno que valora como burgués si bien republicano, y con un planteamiento en oposición con Á. Pestaña. Prosigue y defiende la lucha y participa en las huelgas mineras, motivo por el que es desterrado a Guinea Ecuatorial (Bata). Durante la huelga de 1934, Durruti pertenece al Comité Revolucionario y participa en la quema de archivos del juzgado de Zaragoza, razón por el que se desaparecen y se anulan las pruebas contra los huelguistas. Esta acción es un golpe de efecto entre los correligionarios y planificado por el leonés que sigue proclamando que, frente a las urnas, la revolución social; pues no cree en un régimen republicano-burgués. La muerte de su hermano y la posterior de su compañero Ascaso, el 19 de julio de 1936, tras la intentona de tomar las Atarazanas de Barcelona, le llenan de tristeza y de fuerza para continuar con la lucha.
Ascaso y Durruti conforman el dúo de acción más relevante del anarquismo español. Si Ascaso es la reflexión y la tenacidad, Durruti es el arrojo y la pasión. Planificaba Ascaso, ejecutaba Durruti. Durruti era de complexión fuerte, ojos negros profundos y aparente ingenuidad; Ascaso, por el contrario, era pequeño y de escasa apariencia, inteligente. Durruti y Ascaso, sobre todo, eran amigos y camaradas. Durruti era la acción apasionada pues estaba convencido de que «llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones».
Tras el golpe de estado de julio de 1936, Durruti organiza las milicias libertarias. Milicias que parten al frente de Aragón y pronto adquieren fama por su disciplina y entrega. En tierras aragonesas logra numerosos éxitos bélicos a la vez que inicia el proceso de colectivización de la propiedad. Ante el ataque que sufre la capital de España por los sublevados y dado el prestigio de la «Columna Durruti», es reclamado para la defensa de Madrid. Atiende la solicitud pues estaba convencido de que «se puede renunciar a todo menos a la victoria». Nuevamente las milicias libertarias alcanzan prestigio cuando logran detener y fijar posiciones ante la virulencia de las tropas moras, pero el 19 de noviembre de 1936 un disparo fortuito a quemarropa de un/su «fusil naranjero», accidente también cargado de mucha leyenda, hiere mortalmente a Durruti. Su cuerpo se traslada a Barcelona y el entierro fue multitudinario a la vez que la leyenda Durruti cruzó fronteras y sitúan al personaje en el contexto de emblema de todo movimiento revolucionario. Muere a los 39 años este leonés recio y de pocas palabras, rebelde y de acción, «mal dotado para politizarse y poco hábil para elegir la propia comodidad personal». Al final nada se «descompuso» (destruam) pero se «reconstruyó» (aedificabo) un mito.