Desbordados ante las colas del hambre
El último timbre para pedir socorro
Cáritas parroquial de Jesús Divino Obrero duplica el número de personas que acuden a pedir ayuda. Lo que pasa en este barrio es el reflejo de la sociedad leonesa más afectada por la crisis sanitaria. A las parroquias de León acuden un 20% más de familias que antes de la pandemia, y siguen aumentando.
Un majestuoso Cristo obrero preside la iglesia de El Ejido. El impresionante mural que Vela Zanetti pintó en 1965 para encabezar el altar de este templo rodea a la figura principal de oficios, una representación del perfil de los 9.143 vecinos de un barrio a los que las crisis económicas y ahora la pandemia colocan en la posición más vulnerable. Los obreros, tal y como refleja la sensacional pintura, vuelven a cercar el templo, pero esta vez en las conocidas como ‘colas del hambre’. Cada miércoles por la tarde, las familias trabajadoras que sufren los efectos de esta crisis sanitaria llaman a las puertas de la iglesia que, como en la obra de Zanetti, se convierte en el recurso central para los que ya han agotado todas las vías de ayuda. Inmigrantes, personas en paro o trabajadores con pocos recursos, madres solteras, viudas, separadas y, como destaca el responsable de Cáritas parroquial de Jesús Divino Obrero, Félix Fernández Valbuena, prostitutas, que por primera vez acuden a pedir ayuda. «Madres con hijos que están en la calle. Son de fuera, inmigrantes, y no pueden trabajar porque no tienen papeles. Tenemos a cuatro mujeres que han recurrido a la parroquia, nunca antes habíamos tenido a mujeres prostitutas pidiéndonos ayuda».
No hay un perfil único de los que piden socorro. Esta pandemia ha desestabilizado a todas las familias, que sufren los efectos de coronavirus de diferentes maneras. Los programas de acogida y atención primaria que ahora gestionan a medias entre Cáritas diocesana y las parroquias han atendido hasta hoy a 1.846 hogares con 2.731 familias, un 20% más que el año anterior, pero la cifra aumentará cuando acabe este año en el que crecen las necesidades de alimentos y de pagos de gastos básicos de las viviendas. «Cáritas no sólo está para dar de comer. Muchas de las personas que se acercan necesitan que se las escuche, además de ayuda les ofrecemos conversación y consejo», asegura Félix Fernández.
Ángel Melcón, de 27 años, Rosabel Gallego, de 24, y Ángel Melcón Gallego, de 1 año, recurren por primera vez a la parroquia de Jesús Divino Obrero. El mayor de sus hijos, Izán, de 6 años, está en el colegio. «Estas son las primeras Navidades que venimos a pedir ayuda. Hasta ahora no lo he necesitado, trabajaba como peón de albañil con mi suegro, pero ahora casi no hay obras, no da para más». Ángel se enteró de que Cáritas parroquial tenía las puertas abiertas a la necesidad y no dudó en llamar. «Tengo dos hijos pequeños. Vivimos con 600 euros de la Renta Garantizada y pagamos 365 euros de alquiler, es lo más barato que hemos encontrado, pero también hay que pagar facturas, impuestos, y tenemos que dar de comer y vestir a los niños. Necesito comida y algo de ropa para el pequeño porque al mayor lo visto con ropa heredada», cuenta Rosabel. Cáritas parroquial de Jesús Divino Obrero ayuda con un vale de 30 euros cada mes para comprar alimentos a las familias más necesitadas. «Este mes nos han dado dos vales», agradece Rosabel, por la cercanía de las fiestas y la necesidad de alimentar a dos niños pequeños.
Prostitución
«Nunca antes habíamos tenido a mujeres prostitutas, madres, pidiendo ayuda»
Un problema con la comunidad ajeno a la familia los ha dejado sin calefacción y dificultades con el agua caliente. «Hice una pequeña obra e instalé una estufa de carbón en el pasillo, tiene salida al exterior», cuenta Ángel. «Es muy difícil encontrar trabajo, en lo poco que hay piden experiencia y no dan una oportunidad». La familia pedirá por segunda vez el Ingreso Mínimo Vital, «nos la archivaron, dicen, porque nos faltaba documentación, pero lo presentamos todo. Vamos a solicitarlo otra vez en marzo».
La parroquia Jesús Divino Obrero se ha visto desbordada de peticiones de ayuda. De las 19 familias que atendían en marzo, antes de que comenzara la crisis sanitaria por el coronavirus, a las 37 a las que socorren a día de hoy. «Ahora es cuando empiezan a venir más familias. Los ahorros se acaban y las prestaciones son muy pocas».
Eva Lafuente, trabajadora social en prácticas en el centro. FERNANDO OTERO
La mayoría de las personas que se acercan a la parroquia son mujeres. A 24 de las 37 familias se les ayuda con vales para canjear por alimentos por su extrema necesidad. La edad media de los usuarios de Cáritas parroquial tienen entre los 45 y los 50 años, familias con hijos naturales de España, Bulgaria, Marruecos, Brasil, Senagal, Perú, Colombia, República Dominicana y Venezuela. Todas las personas que llaman a la parroquia están desempleadas y sólo siete tienen alguna prestación pero no llegan a cubrir las necesidades básicas. «Todos los usuarios han pedido alguna ayuda, pero de momento no la tienen y están a la espera».
El aumento de peticiones de ayuda viene acompañado en estas fechas por un incremento de la solidaridad en forma de donaciones de las familias menos necesitadas y de la obra social de la Hermandad Jesús Divino Obrero, que esta año ha aportado 750 euros a la parroquia. La Hermandad inició esta ayuda, que luego pasó a Cáritas parroquial. «Las familias hacen lo que pueden. Este es un barrio obrero y hay mucha gente que lo está pasando mal. Hace años dábamos la ayuda en la puerta de la iglesia. Las personas se tapaban la cara para ocultarse. Ahora tenemos este local, que hemos tenido que acondicionar, y todo es más digno», recuerda Prisciliano Castillo, tesorero de Cáritas parroquial.
El almacén donde pasan la cuarentena los productos de alimentación. FERNANDO OTERO