Cornada de lobo
Estaba cabrín cabrate...
El programa aquel que fue estrella y que ahora languideclina en su tercera andanada -la Gran Hermana televisión, se llama- tiene en «la casa» dos cabras... las cabras, las cabras... y hay una que les parió un cabrito... cabrito, cabrito. Por ahí les anda todo el día ese guaje de pezuña y cuerno apuntado. Entre las patas les trisca siguiéndoles de contínuo. Será de raza caprina, pero se comporta como borreguín que jamás se aleja de donde se mama; y si no, berra. Desde su primer día de existencia, ese pobre bicho ta tenido por paisaje progenitor una madre de leche tibia y un pilón de padres y madres putativas de válgame Dios. Le miman. Es juguete. Y eso es malcriar, faena educativa de mucha perversión, pues ahora la pregunta es ¿y qué será de su vida cuando el programa acabe?, ¿a dónde llevarán a este pobre cabrito?... Lo tiene crudo el semoviente. Llegado el momento, lo probable es que acabe en alguna nave-cebadero de Alcorcón o Fresnedilla. Sin embargo, quiero desearle suerte (¿o será desgracia?) esperando que le integren en un rebaño cabruno que paste en las altas laderas de la cara segoviana del Guadarrama, allí, qué pinazos y roblones, qué torrentillos de cristal, qué pasto cervunal en las serrascas... y cuánta cabra paleta que no tiene idea de la vida cabrona que pueda haber más allá de su majada, que no tiene la más mínima noción de lo que es una cámara, un autocar, un pijo con gafas negras o un yogur de bífidos activos. Les dirá el cabrito que así no se puede ir por este mundo. ¿Qué les contará de la vida?, la única vida nada cabrona que conoce, vida regalada, pues se ha puesto morado de mimo y tripeo, mamar, dormir, jugar, mamar... y su cerebro está en el guión, no en el campo ni en su instinto verdadero que le han corrompido por completo en esta casa de tócame Roque, cabrito puesto al servicio del imperio de la imagen y del negocio del espectáculo, él, quién lo iba a decir, convertido en estrella de la tele y con más horas de pantalla a sus espaldas que las que acumula alguna vieja meritoria de telediarios. La cabra, la cabra... y la puta productora. Pero hablando de cabrín cabrate en la peña peñascate, me gusta más el de la epístola riberana que cantan por el Órbigo. Eso, mañana. Es cachonda letanía.