Diario de León

Cornada de lobo

Baratura, mal de pobre

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León

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Me dan por detrás las marcas. Vaya esto por delante. Ante ellas, por norma, me pongo en prevención y aprieto el culo, pues es furaco por el que salen y entran a su antojo. Las marcas son fenómeno de modas y pretenden el negocio de masas. Se inventaron para que cada categoría social tuviera las suyas y se distinguiera de las demás dejando las distancias claras y vestidas de Versace; también para que quienes no son, lo parezcan (y aquí es donde se hace el grueso de la caja y el contable pone ojos de palangana). Al final, lo de marca puede ser bueno, pero es muy caro; sin embargo, lo barato aún acaba saliendo más caro todavía, de manera que a los pobres les cuesta muchísimo vivir... mal. El mismo coche, por ejemplo, le saldrá siempre más barato a un rico y así jamás se arreglarán las distancias. Otro ejemplo: mis botas de pescar. Unas de marca Gaviota que había usado durante veintidós años las jubilé con vejez, honra merecida y cierta melancolía familiar, pues ya eran como primas del maletero de mi coche. Fenecieron. Y viendo un día que en Continente se ofertaban unos pares aparentes (no hace un año aún), me agencié unas, marca inédita, precio sospechoso (unas siete mil ruinas me costaron) y un marchamo que decía «made in China». Joder con los chinos. A veces esas economías balbuceantes están obligadas a compensar en calidad o servicio las burradas que no se gastan en publicidad, que es cosa de grandes marcas. Pues bien, o sea, mal; no era el caso; a los dos meses de uso (siete o diez días de pesca) se inauguró un pantano en la planta de la bota izquierda abriéndose una llaga en una de las costuras vulcanizadas. Gran cabreo. La goma se cuarteaba y se hendía. Poco tiempo después, la bota derecha se rasgó las vestiduras en solidaridad y copió las heridas de su par. Ciertamente, el material era una estafa, se craquela y se taza. Mal negocio. No han resistido siquiera una temporada. Así que no se me ocurrió otra cosa que llevarlas al trastero del que aún no he apeado a las viejas «gaviotas», caucho negro y batallado, y junto a ellas las dejé para que, cara a cara con las botas jubiladas, se mueran de total vergüenza pudriéndose en la comparación... Y allí están las putas botas chinas; ni reburdian.

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