Amancio Prada presentó ayer en el Auditorio de León su nuevo disco «Escrito está», un álbum en el que melodía y textos poéticos se engarzan para conseguir un nuevo lenguaje artístico de gran belleza
Para quien conmigo va
Amancio Prada es uno de esos autores con estil
Haciendo uso de las fuentes populares más arraigadas en la idiosincrasia de un pueblo, el poeta berciano logra imprimir a cada verso esa magia inconfundible de su arte para que música y poesía se unan en esa simbiosis única de armonía y espiritualidad. Fiel a una trayectoria rigurosa, Prada ha logrado crear un estilo propio que en nada tiene que ver con el resto de sus colegas de oficio, por su peculiar concepción de lo que él entiende por el alma de la música y el sentir del verso. Pocos cantautores como Amancio Prada han logrado convocar a públicos tan heterogéneos, tan dispares en edad y tiempo, en mentalidades y formas de ver la vida y la música como el poeta de Dehesas. Escrito está, su nueva colección de poemas con el que ayer se presentó en el Auditorio de León, fue el regalo impagable de quien conoce los resortes del alma y los estruja hasta convertirlos en puro néctar a través de los versos encendidos de Lorca, Pereira, Mestre, Zambrano, Hernández, Machado.... en un ejercicio de recreación poética rebosante de sensibilidad y belleza. Pocas veces hemos escuchado a Amancio Prada con esa frescura tan consustancial a su voz como en estos poemas, que son como un cantar y decir, como un soplo de vida a la letra impresa para transformarla en llama encendida que todo lo consume, para que al instante vuelva a renacer. El «poeta del alma», como alguien en buena hora lo llamó, nos ofreció, recostado en la evocación, con la sencillez y ternura con la que siempre adorna aquellos poemas de los que se enamora, ese ramillete de canciones a los que guitarra y chelo se imbricaron hasta hacerse uno con una voz que parecía surgir del pasado y deambular por todos los estratos del lirismo más depurado, evocando al destino, suplicando al amor o huyendo de la muerte. La vena creadora de Lorca, la mística dulzura de Tagore o las sugerentes estrofas de Antonio Machado en ese Soñé que tú me llevabas, encuentran en la voz del cantautor de Dehesas el mejor vehículo de inspiración para quienes deseen encontrarse sin artificios con la verdadera poesía, esa que mana espontánea del corazón y se expande por los rincones más recónditos de cada ser. Difícilmente se podrá conseguir mejor conjunción de melodía, poesía y arte. La impostada voz de Carlos Mestre insufló majestuosidad y misticismo a su hermosísima Antífona de otoño en el valle del Bierzo, a la que Amancio confirió el don de la ineluctabilidad, transformando el poema en un auténtico libro de horas. Es quizás con estos resplandecientes versos con los que la voz y la melodía del músico-poeta se encuentran más identificadas, más realizadas, pues sin esfuerzo alguno brotan de su alma esos latigazos de amor encerrados en los versos de García Calvo y la música de Sánchez Ferlosio; hacia la naturaleza que Mestre sabe tejer como ninguno, hacia la honda amargura de Hernández, que es también un homenaje a su padre, o hacia la terrible desolación de los versos de una María Zambrano lúcida y arrebatada, permitiendo que voz y guitarra confluyan en ese latido de vida, ese lamento musical que es como una plegaria. Un recital para degustadores de la poesía en estado puro y un reencuentro con la voz luminosa e irrepetible de ese Amancio Prada tan arraigado en nuestras vidas, en nuestra tierra y en nuestro eterno y merecido agradecimiento.