Cornada de lobo
Ese balcón que está vacío
Te diré que junio ha venido de friera y con farraspas de nieve en la cresta de las peñas; que el campo ahora florido se destempla en junio loco porque destemplado dejaste el corazón de todos los que te entrañaron en su vida, que fueron tantos; que los hombres aquí abajo no aprendimos tu lección y nos fajamos en guerras cotidianas sin sentido, avinagrando la vida y perdiendo el tiempo, que para tí fue corto, pero intenso en sueños y sentimientos; que bombas y guerras tejen una tela que envuelve al planeta como un aviso de sudario; que la música intrascendente, las ganas de triunfo enriquecido y las letras pijas comen el tarro de la chavalería andante y las abuelas sedentes; que el fútbol sigue adocenando a los varones rampantes de sofá con enajenación superlativa; que aquí languidecemos; y que la vida sin tí ha dejado vacío el balcón de la alegría que teníamos en la boca cuando nos encontrábamos. Hizo ya un año que te fuiste, querido Diego, y aquí sigue el hueco que dejaste aún más engrandecido, irrellenable. A tu madre, Camino, se le quebranta la compostura y rompe en lágrimas muchas veces porque tu ausencia aún no puede concebirse y se rebela la fe y hasta la esperanza. Tu padre, Jesús, que es de la fibra recia que crece en este cuartel del invierno, aprieta los dientes, llora padentro y se le atraganta en los ojos todo lo que te echa de menos y ese su sueño roto que te llevaste. También tus hermanas están rotas porque no se acolchan ya con tu ternura, tu venial broma reída y los proyectos compartidos. Pero eso ya lo sabes; y si te lo cuento es para que lo grapes al viento y a los árboles y así jamás se nos olvide. Hoy volverás a Lugán, entre los tuyos, y les harás sentir que ese sol que ahora rompe las últimas nubes de una friura interminable vuelve a salir, más que nada, para ellos. Hazles sentir que en su calor está la vida y tu calor; y que, con él, las plantas de tu jardín te lloran creciendo y despampanando su homenaje. El Porma, río que lame tus recuerdos, es poco caudal de lágrimas para empapar tu ausencia. A él arrojaremos una flor menuda y espigada como tú para que busque ese mar de lo eterno en el que sé que nos esperas con el mismo corazón grande con el que nosotros te extrañamos, Diego.