Diario de León

Cornada de lobo

Destemplados templarines

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León

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Este es un país al que le va el cirio y la procesión más que a un tonto un lapicero. Incluso haciendo fiesta, hay quien no puede abstenerse de ropón ceremonial, cofradía impenitente y paripé procesionante, como ocurre, llegado el caso, con la templadura templarina, esto es, la noche templaria de Ponferrada en la que una gente se reviste con tela floja de presuntos caballeros de la orden del Temple y se montan un cortejo portando un santo grial que nadie encontró y un arca de la alianza que sólo existe en Hollywood y en la paranoia de Indiana Jones. Allá cada cual sacando a pasear la patraña, pero esto de las fiestas medievales comienza a estomagar por generalizadas, vulgares y baratas. Ya tocristo tiene en su pueblo un ceremonio medieval, un rescate de andanzas caballerescas, un episodio histórico de un conde vizco con espada mellada traído por los pelos para que puedan revestirse de carnavalada los copiones de esta moda, un mercadillo medieval que es en todas las ciudades el mismo junto a una misma compañía de extras y caballos que hacen agosto todo el año de aquí para allá. Lo peregrino del asunto ya no es tanto la vulgaridad medieval en la que se empecinan, sino el tema que les da motivo, los templarios en este caso, los innombrables caciques ajenos a la tierra berciana que apercollaron a Ponferrada como orden comendataria que eran (hasta que los Reyes Católicos fulminaron esta orden), los que aherrojaron a aquellos antepasados que se revuelven hoy en su tumba llamando ingratos y traidores a estos sus descendientes que andan ahora con homenajes y gaitas a quienes les sometieron al yugo feudalista. Pero lo más ridículo del festorrillo y la procesión es el grial y el arca, manda milagros. Su reproducción es atrezzo de corral de comedias, purpurina barata. Por lo mismo, los que hacen honra a otro chulo asesino y macarra feudalista como Suero de Quiñones podrían sacar en procesión una reliquia de la que hay constancia histórica y que se exhibió en el llamado Passo Honrosso de Hospital: el salero de la Última Cena (formaba parte de las reliquias de unos monjes franceses que montaron su capilla-tienda juntoi al Órbigo). El cáliz Grial no apareció nunca, pero ese salero por ahí anda.

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